Mirar tus ojos desnudos y llorosos, el cabello derramado por lágrimas pardas a tu busto, y el rostro, pulido y frágil que desemboca en las sombras del mar. Mi alma es solo una estela errante, pisadas en una arena incorpórea y sedienta, que resecan mis pupilas, cansadas ya de tanto llorar.
La carne palpita sofocante, el torso se irrita con gotas de mis párpados y las amapolas se marchitan en invierno. Mi corazón se carcome y espanta, - ¡Olvídala, olvídala! - pero como un capullo en flor, vuelve al retoño de mi memoria, - si esto no es amar, ¿a qué se llama amor? – Yo la olvido, la dejo… pero rugen de mis entrañas ecos enmudecidos y callados, silencios que responden a mis miradas, y labios que recitan versos enamorados, mis versos de proverbios y pasiones ahogadas. La quise, es cierto, pero es que aún la quiero, mi fatuo amor se ha perdido, y son estos versos sus versos, cantares desahogados y rumiantes, canciones de amor que yo la escribo.
| | | | | | | | |