Llueven improperios y furia Sobre mi cabeza confundida. Empapan mi alma y la abaten, como si quisieran arrancar mi vida. Pero de repente se ilumina el cielo, enterando mi aire de aromas prodigiosos. Las nubes dejaron de ser negras, estás vos y me lleno de asombro. Con solo minutos de amena compañía lográs aniquilar, el mal que me supera. Abriendo paso entre las lágrimas, mi sonrisa dócil se entrega. En ese instante naturalmente me mudo de mujer que llora a niña que canta. Un ángel alegre baja del cielo, envolviendo en ternura nuestras almas. Es así como puedo con mi espíritu, recostar mi cara en tu espalda, y puede mi ansiosa ternura recorrer de besos sedientos tu cara. Las heridas siguen sangrando, pero el dolor que me mata desaparece, puedo volar con mis alas rotas, ya no hay viento maligno que envenene. Por tal motivo temo perderte, no que seas autor de mi angustia. Sino que de tanto hacerme feliz te canses, y desaparezcas y no vuelvas nunca.
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