Una sensación de estar al borde del abismo"
El ataque de pánico es una reacción de profundo miedo sin causa aparente, dura apenas algunos minutos, por eso es difícil de diagnosticar. Afecta al 5% de los adultos de entre 18 y 40 años. Es tratable con drogas y terapia. Según el área de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta afección esta creciendo en todo el mundo: se estima que una de cada 20 personas sufrirá en algún momento de su vida un trastorno de pánico. Pero en muchos casos la frecuencia se vuelve patológica y los ataque reaparecen desde tres o cuatro veces al año hasta tres o cuatro veces al día. Este resulta ser un trastorno muy invalidante: la persona tiene miedo durante el ataque y después teme volver a padecerlo. Como ocurre con algunas personas que terminan por encerrarse en su casa, evitando los lugares públicos (agorafobia). Los ataques de pánico involucran muchos síntomas físicos, por lo que la persona primero suele consultar a cardiólogos y neurólogos por los dolores en el pecho y los mareos. Las mujeres son mas propensas a sufrir ataques de pánico porque siempre han sido blanco de los trastornos de ansiedad en general, culturalmente expresan mas sus miedos y consultan mas al medico. Las estadísticas indican que la proporción es de 2.5 mujeres por cada hombre.
El pánico se define como ansiedad aguda y extrema que se acompaña de síntomas fisiológicos. Por ejemplo una persona con fobia a las serpientes puede sufrir pánico frente a un ofidio. Sin embargo, estas situaciones de pánico que ayudan a una persona a reaccionar ante el peligro son distintas a aquellas que surgen espontáneamente, sin causa aparente y que definen el problema como pánico patológico. En Argentina el pico de ataques de pánico ocurren después de los 20 años.
El ataque no suele durar mas de 10 minutos y los síntomas pueden ser:
# Dificultad respiratoria o sensación de estar ahogándose.
# Vértigo, inestabilidad o sensación de desmayo.
# Palpitaciones o ritmo cardiaco acelerado. Temblores ligeros o marcados.
# Sudor, nauseas, dolor de estomago.
# Sensación de irrealidad, extrañeza o separación del entorno.
# Sensación de adormecimiento.
# Enrojecimiento o escalofríos.
# Dolor o incomodidad en el pecho.
# Miedo a morir, a enloquecer o a perder el control.
Aunque estos ataques son incómodos y parecen poner a la persona al borde de un abismo, no son peligrosos. Desde la mirada terapéutica hablan de conflictos subyacentes y problemas de educación. Los neurobiólogos consideran que existe un marcador genético que predispone a padecer este trastorno. Todos coinciden en que las personas que sufren ataques de pánico suelen tener rasgos previos de miedo, inseguridad, dependencia emocional y una reacción exagerada ante situaciones de separación de los seres queridos
A veces, la persona que sufrió un desorden de pánico se recupera sola, pero otras veces necesita apoyo psicológico y farmacológico con el objetivo de calmar los síntomas, así se pueden controlar las crisis y disminuir su intensidad y frecuencia.