… y oí que te decían: “…resucítate instante a instante y miembro a miembro;
mientras, no intentes regresar a casa, no podrás entrar”;
… oh Príncipe, yo, que soy en ti tus pies y tus manos, tu pecho, tu cintura y sexo, tu oscuridad,
dime ¿ me vas a matar…? ¿ no podré invocar tu asidero, el calor de la sangre,
y aspirar también al esplendor de la luz ?
… alguna vez, Príncipe, recuerdo la piedra, el aire y mar que fui
y apenas queda nada; ¿… qué ha sido, pues, de mí, Príncipe,
que a la vez era tu brazo y tu fulgor, tu fuerza…? dime ¿ me has matado,
o tanto he muerto o hemos muerto ?
ah, ¡ quiénes somos en realidad, mi Señor, quiénes, quiénes somos !
¿ por qué me dejas en tan dura esclavitud, por qué callas ahora ?
tú, mi fuente de calor ¿…no quieres contestarme ?
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