DEJAME SOÑAR
Tus labios sabían a despedida. Tus ojos lloraban un adiós silencioso que empañaba nuestra almas en lágrimas que no nos atrevimos a derramar. Tus manos surcaron una última vez los caminos perdidos de mi cuerpo y la noche murió sin que nuestros corazones hubieran podido hablar. Sólo fue un sueño.
Déjame soñar que puedo ver hacia atrás y encontrar que aún queda un futuro.
Déjame soñar que existe un paraíso más allá del cielo, donde podremos estar juntos.
Sólo tú y yo.
Nunca antes me había encontrado con que la oscuridad dolía tanto, tal vez era porque me había acostumbrado a la luz de tus pupilas. Nunca antes quise ver lo fría que era mi cama hasta que tú te marchaste, y contigo tu calor. El último beso llevó consigo sangre y dolió más que una daga. Fue dolor físico el de nuestra separación y nunca antes me dolió tanto el ver tus ojos llenos de súplica muda. Fue nuestro adiós.
Déjame soñar que no hay un hoy, que no hay ayer, que no hay mañana...
Habría sido mejor dejarlo como un sueño. Una ilusión vana de nuestras almas adolescentes, un simple juego de hormonas revolucionadas en cuerpos inmaduros. Así no temería tanto dormir por las noches, porque lo único que mi mente evoca es tu recuerdo que lentamente se ha convertido en mi pesadilla. Estoy solo.
Déjame soñar que puedo seguir soñando...
Tu piel tenía el sabor amargo de la decepción, el fracaso parecía adherido a tu cuerpo, el llanto llevaba un ritmo candente en tu ser. Y en cada expresión de sufrimiento en tu rostro, mi nombre marcaba cada espasmo de dolor. Nuestra última noche.
Déjame soñar contigo.
Déjame soñar que queda vida, que esto es sólo una parte del camino (nada más), que no es el camino entero.
Quise negarme que fuera amor. Fingir que era sólo uno más de esos encuentros pasajeros que se olvidan con el tiempo, que se marchan sin darte tiempo de seguirlos. Quise creer que tú no eras importante, que la mañana se llevaría tu esencia y que de nuevo estaría yo sólo en medio del verde y la plata. Mi propia oscuridad. No podía ser amor si era capaz de dejarte ir así sin más, sin una sola palabra de consuelo ni una frase de suave delicadeza.
Déjame soñar contigo, que no necesito de un sueño para verte, que la esperanza es lejana y lo sé, pero más lejano es nuestro amor perdido.
Pero, al fin y al cabo, así es el amor. Mientras más me lo negué, más poderoso creció en mi alma, como una llama de fuego que a pesar del viento y de la tormenta sigue en pie. Y mis ojos dejaron de mirar hacia el cielo buscando respuesta y sólo se enfocaron en mirarte. Bastaba con verte para que el mundo desapareciera. Fueron los momentos más cercanos a amar que he tenido y que tendré nunca.
Déjame soñar que regresarás un día y nada va a haber cambiado nunca (no hay vuelta atrás, amor).
Ya no somos niños, y aún así, ambos le tenemos el mismo pánico a la oscuridad. Ambos sufrimos por el mismo mal misterioso de la noche, pero nos reconforta estar juntos a pesar de esto. Es extraño. Nunca me he sentido tan protegido como lo he estado en tus brazos. Nunca he amado a nadie, pero creo que tú siempre tendrás el título como la única que derritió el hielo. Pero yo volví a crearlo.
Déjame soñar que todo es igual que ayer...
Te amo con todas las fuezas de una persona que nunca aprendió a amar, con ese instinto primitivo que llena los más oscuros recovecos de mi alma. Te amo con el dolor animal de saber que no eres para mí y que es mi deber dejarte ir. No puedo retenerte a mi lado, si sé que sólo oscureceré tu alma. Pero te amo y jamás lo olvidaré.
Déjame soñar a tu lado y así por siempre recordarte.
Déjame soñar que nunca me vas a olvidar.
Y jamás fui capaz de decírtelo. Nunca conforté tu corazón con palabras dulces, no abracé tus ilusiones con el mismo esmero que tú me consolabas. Nunca te dije un te amo. Nunca te amé de verdad.
Ya no existe el nosotros...
Tan sólo déjame soñar que nada pasó, que aunque amanezca no me dejarás, que esto no es un sueño y que todo tiene solución.
Y esta noche, tus labios saben a despedida. Hoy es la última vez que podré disfrutar de que estás conmigo, que eres mía y de nadie más. Hoy es la última noche en que mi silencio será mi condena. Y esta noche, tu piel está tan fría que parece haber perdido vida. La acaricio con más ternura que antes, porque sé que es la última vez que podré tocarla, ya que mañana yo ya no seré nada para ti. Y esta noche, nuestras almas se fusionan en un llanto que es secreto, que es íntimo y que, sin embargo, compartimos. Somos un solo corazón que clama por perdón, un solo palpitar que se une creando la melodía del fin. Y esta noche, tus ojos lloran un adiós que yo busqué, un adiós que dará término a nuestra vida nocturna, a aquella de la que la luna es testigo.
Mi nombre nunca sonó tan cruel como ahora que lo pronuncias en el último suspiro de placer. Y ese suspiro se lo lleva el viento, para perderse más allá de nosotros. Y esta noche se acaba para dar paso al amanecer, sinónimo de mi derrota y mi cobardía.
Déjame soñar que existe alguien (no aquí tal vez) que pueda amarte más que yo, que pueda darte todas las estrellas y te deje soñar sin opresores, sin necesidad de despertar.
¡Adiós, amor!
Sólo quedan los recuerdos de un amor soñado que no fue, de una flor que se marchitó
Sin necesidad de nacer.
Y mi voz se pierde lejos, y sé que tú no la oiste. Adiós. Dura palabra. Mejor soñemos que es un hasta pronto, que algún día tú volverás a ofrecerme aquel amor que rechacé por cobarde, aquellos besos que abandono por simple temor. Temor a perderte cuando ya estés conmigo. Temor a dejar de amarte. Temor a que tú un día descubras lo que en verdad se esconde en mí y te vayas. Mejor soñemos que si en vida no pudo ser, al menos la muerte nos unirá en el último camino.
Déjame soñar que no estoy soñando, sino más bien despertando.