Los centenares de científicos que han elaborado el primer estudio global sobre el estado de los océanos, desde el Ártico al Antártico, pasando por las aguas tropicales, han dictado un veredicto alarmante. El mar Mediterráneo es el más amenazado del planeta. Más, incluso, que el golfo de México, inundado por millones de litros de petróleo desde el pasado 20 de abril.
La lista de ultimátums parece inabarcable. La destrucción de su hábitat, la pesca sin control, la contaminación, el calentamiento global y la llegada masiva de abonos agrícolas y aguas residuales están golpeando a 17.000 especies que viven en este mar. "Y, probablemente, estas amenazas crecerán en un futuro, especialmente las asociadas al cambio climático y a la degradación del hábitat", según una de las coordinadoras del estudio, Marta Coll, investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM) de Barcelona.
Un ejército de más de 600 especies foráneas ha invadido el mar
Y hay más peligros. En 1984, los operarios del Museo Oceanográfico de Mónaco lavaron de manera imprudente un acuario en el Mediterráneo y liberaron a una bestia, la Caulerpa taxifolia, conocida como el alga asesina. La especie, típica de aguas tropicales y temible por su rápido crecimiento, ha creado una alfombra en el fondo marino próximo a más de media docena de países mediterráneos, expulsando a la Posidonia oceanica, que forma las praderas marinas en las que se alimenta la fauna. Algunos peces dependen de la Posidonia, como las vacas de la hierba. Y no es el único caso. Según el nuevo estudio, incluido en el proyecto internacional para elaborar un Censo de Vida Marina, un ejército de más de 600 especies foráneas ha invadido el Mediterráneo. Más de la mitad proceden del Mar Rojo y entraron por el Canal de Suez. Otras, un 22% del total, llegaron en barco desde otras regiones del mundo. Y una de cada diez procede de fugas en las granjas de acuicultura.
Las carambolas que pueden provocar estos invasores en el Mediterráneo son difícilmente calculables. Los autores del estudio, publicado hoy en la revista PLoS ONE, recuerdan el caso de la medusa Mnemiopsis leidyi, que llegó en barco a aguas europeas procedente del noroeste del Atlántico y, en 2009, se expandió desde Israel hasta España. En la década de 1980, esta medusa causó estragos en el mar Negro y provocó un colapso de las poblaciones de anchoa y graves pérdidas económicas.
Operación de salvamento
Muchas de estas especies invasoras proceden de aguas tropicales y se ven favorecidas por el calentamiento de las aguas. En la década de 1980, la temperatura de la superficie marina en la costa mediterránea oscilaba entre los 16,25 grados en la parte occidental y los 22,75 en la oriental. Sin embargo, los científicos calculan que alrededor de 2050 la temperatura superará los 24 grados en algunas zonas, según Bhavani Narayanaswamy, portavoz para Europa del Censo de Vida Marina.
"Algunas de las especies más amenazadas del Mediterráneo incluyen corales de aguas frías y profundas. Son incapaces de escapar del calentamiento del agua, así que sus poblaciones están disminuyendo", lamenta Narayanaswamy, que teme, incluso, "extinciones locales".
"Nunca antes se habían estudiado tantas especies y tanto espacio geográfico. Este trabajo debería ser un toque de atención para los políticos", demanda otro de los autores de la investigación, el biólogo Daniel Oro, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, en las islas Baleares. Lo más parecido a una operación de salvamento del Mediterráneo es la Iniciativa Horizonte 2020, lanzada hace cuatro años por la Comisión Europea. Su objetivo es muy ambicioso: reducir de manera drástica la contaminación. El propio Ejecutivo comunitario aporta cifras para comprender la magnitud del desafío. Más de 140 millones de personas viven en sus costas, y otros 175 millones visitan la región cada año. En 2025, la mitad del litoral mediterráneo estará urbanizado, sepultado por cemento. Según la Comisión, el 80% de las presiones que sufren los organismos marinos proviene de tierra firme. Más de la mitad de los núcleos urbanos de más de 100.000 habitantes carece de plantas de tratamiento de aguas residuales. Y el 60% de estas se tira directamente al mar.
Un enigma bajo el agua
Narayanaswamy, sin embargo, es escéptica. "No estoy segura de que reducir los vertidos de la industria, la agricultura y los desarrollos urbanos devuelva el ecosistema mediterráneo a lo que era", reflexiona. "No quiero decir que no se deba reducir la contaminación, hay que ponerse a ello lo antes posible. Pero no podemos asegurar cuándo volverán los hábitats que hemos destruido o las especies que se han desplazado. Puede que no vuelvan en lo que nos queda de vida", reconoce.
Para otro de los autores, Josep María Gasol, también del ICM, "lo más sorprendente ha sido comprobar que no se sabe nada". Los nuevos datos del Censo de Vida Marina hablan de 17.000 especies marinas descritas por la ciencia en la cuenca mediterránea, casi el doble que las últimas estimaciones. Sin embargo, el 75% de las especies que viven en las profundidades del mar Mediterráneo ni siquiera se conoce. Pueden extinguirse sin que nadie dé la voz de alarma.