Honestidad y honradez son palabras que usamos muchísimo, no siempre con pleno conocimiento de lo que verdaderamente significan. Ser honrado no tiene nada que ver con la moralidad o con ser «bueno» o «virtuoso». También tiene muy poco que ver con que te cojan y te lleven a la cárcel. La honradez es un acto de amor hacia nosotros mismos.
El principal valor de la honestidad está en que cualquier cosa que demos en la vida la recibiremos de vuelta. La ley de causa y efecto siempre opera a todos los niveles. Si menospreciamos o juzgamos a otras personas, también nosotros seremos juzgados. Si siempre estamos enfadados, entonces encontraremos enfado dondequiera que vayamos. El amor que nos tenemos a nosotros mismos nos mantiene en armonía con el amor que la vida nos tiene reservado.
Imagínate, por ejemplo, que acaban de entrar a robar a tu apartamento. ¿Piensas inmediatamente que eres una víctima? « ¡Han entrado a robar en mi casa! ¿Quién me ha hecho esto?» La sensación que tienes es espantosa y desoladora cuando te pasa algo así; pero, ¿te detienes un momento a pensar cómo y por qué has atraído esa experiencia?
Asumir la responsabilidad de crearnos las propias experiencias no es una idea que estemos dispuestos a aceptar siempre, tal vez sólo algunas veces. Es mucho más fácil echar la culpa a algo que está fuera de nosotros, pero comprendamos que no puede haber crecimiento espiritual mientras no reconozcamos que fuera de nosotros hay poca cosa de valor, que todo viene de adentro.
Si la deshonestidad desarmoniza nuestra vida, imagínate lo que pueden crear el amor y la honestidad. El bien que hay en nuestra vida, las maravillosas sorpresas que tenemos, todo eso también lo hemos creado. Cuando miremos dentro de nosotros con honestidad y amor incondicional, descubriremos muchas más cosas sobre nuestro poder.
Louise Hay.
VAL-2010
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