He amado la luz del sol, el cielo y la verde tierra.
He oído el cristalino murmullo del río en la oscuridad de medianoche.
En el recodo de un camino, el crepúsculo otoñal ha venido a mi encuentro,
como una novia que aparta su velo para recibir a su amado.
Sin embargo, mi memoria está perfumada aún con aquellos primeros jazmines blancos
que tuve en mis manos de niño.
La vida me ha ofrecido muchos días alegres y noches de fiesta; uní mis risas
a las de los felices invitados.
En las mañanas grises y lluviosas, he tarareado lentas canciones.
He colgado de mi cuello la guirnalda vespertina de bakulas, tejida por las manos del amor.
Sin embargo, mi corazón está perfumado aún con el recuerdo de aquellos
frescos jazmines, los primeros que llenaron mis manos de niño.
de la red