Este mensaje por se muy largo lo expongo en dos partes
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Tengo más de cuarenta pero actúo como de dieciséis
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2° parte 1) No tomar decisiones por impulso Para no tener que andar pagando después consecuencias desastrosas: hijos no deseados, cuentas que pagar, matrimonios destruidos, hijos destrozados y confundidos, los cuerpos deteriorados; pensás que te vas a hacer una cirugía de acá y de allá, ¡y quedaste echa una bruja! “…y bueno –decís– pero fue un impulso”; casas embargadas, vidas emocionales destruidas, depresiones profundas. Todo eso es escapar de la realidad para no enfrentar el problema. Y después de los cuarenta los impulsos pasan como el colectivo: cada diez minutos; hay un impulso cada diez minutos. Como esa que se fue a vivir sola a una isla desierta; lógico… una cosa es pensarlo –y está muy bien– ¡y otra cosa es ir y hacerlo! Porque vos te podes ir a una isla desierta y estar tres semanas, ¿pero cuando volvés, qué? … en esas tres semanas no se solucionó toda tu vida, porque una cosa es “me voy dos días, pienso, estoy conmigo, me tomo un té, hago una pasusa…” eso está perfecto; pero tomar una decisión trascendental cuando estoy en crisis, y ver qué me puede pasar… El pastor Bernardo decía: “¿cuándo tengo que ir a buscar trabajo? …cuando tengo trabajo”, la bendición se busca cuando estoy bendecida, porque yo puedo elegir, optar; pero si estoy en crisis no tengo que tomar una decisión tan seria como invertir toda la plata que ahorré, o irme con otro hombre, o vender mi casa, dejar a mis hijos, hacer un viaje, para ver si me encuentro en la India o en África y encuentro ahí mi sentido de la vida. ¿Qué tengo que hacer?: dejar que el impulso pase; hacéle ‘ole’ al impulso. Que lo piense, no hay ningún problema; la cosa es que no lo hagas. Vos decile ‘ole’, deja que el impulso pase de largo. Por eso, un consejo: aprendé a tolerar algunas incomodidades, porque a veces es más fácil soportar la incomodidad que después soportar la conciencia de no haber soportado la incomodidad. A veces te sentís un poquito incómoda, claro que sí; pero a veces es preferible soportar la incomodidad antes que actuar por un impulso. Y detenernos a preguntar: ¿por qué eso que querés cambiar tiene que ser ahora? ¿Qué es lo que te corre?, ¿qué es lo que está sonando en el medio, que te molesta? Porque eso es lo que hay que resolver; la resolución no es “largo todo y dejo a mis hijos, mi casa, y me voy con otro hombre”, eso no es lo que te hace ruido; lo que te hace ruido es que lo querés hacer rápido y ahora. Porque tenés miedo de morirte, porque tenés miedo de estar vieja, porque tenés miedo de que nadie te quiera, porque tenés miedo de que te abandonen, porque tenés miedo ya estar en el cuarto de hora final. Entonces eso es lo que hay que resolver, no la acción. La acción no te va a solucionar esto, que necesitas resolver con sabiduría. ¿Cuántas pasaron por esto? Vos tenés que tratar y pasar ese impulso, pasarlo por todas las emociones, por todo el rango emocional: “a este hombre, con el que quiero tener una aventura, ¿me lo aguantaría para el resto de mi vida?, ¿me aguantaría que erutara en la mañana, me aguantaría que estuviera en mi cama acostado conmigo? Pasá ese impulso por todas tus emociones, pregúntate “¿por qué ahora lo tengo que hacer?” Porque si después que pasaste la crisis eso sigue estando dentro de tu vida, tal vez es porque ese cambio lo necesitás ya, y no es un impulso. Tenés que diferenciar bien cuando viene un impulso a tu vida, para que puedas tolerar ese hecho de querer hacerlo, y preguntarte “¿me gustaría estar con esta persona?”, “¿me bancaría estar cinco o diez meses, cinco años de mi vida sin ver a nadie?...¿me lo aguantaría eso?”, “¿me aguantaría vender mi casa y andar de mochilera por todo el sur del país?, ¿cuánto tiempo?, y después cuando vuelvo me quedo sin casa.. ¿y cómo hago?” Hay que preguntarse. Decí: tomar decisiones sabias, no me tengo que moverme por impulsos, tengo que hacerme tiempo para escucharme y … 2) Debo aprender nuevas habilidades ¿Tengo que correr riesgos después de los cuarenta? ¡Claro que sí! Estoy cambiando una vieja estructura por una nueva; pero debo correr riesgos manejables. ¿Qué son riesgos manejables? El mejor consejo que les puedo dar –y si ustedes atrapan este consejo hoy yo ya estoy feliz– después de los cuarenta hay que estudiar. Porque cuando vos estudiás incursionás en un campo nuevo, en algo que te gusta, que tal vez antes no lo pudiste hacer porque el tiempo no te dio; tenés que estudiar porque –como estamos armando la otra parte de nuestra vida– necesitamos información nueva y fresca que nos sirva para armar y establecer la otra parte de nuestra vida. Con lo que ya estudiamos nos sirvió hasta los cuarenta, y hasta acá llegamos, y hasta acá lograste todo; pero después de los cuarenta necesitás volver a formarte, necesitás volver a estudiar. Por eso yo quiero alentar a todas las mujeres que tienen más de cuarenta años: estudien, hagan una carrera, terminen la primaria y la secundaria, y después vayan a la universidad, o hagan un curso –ese de cocina que siempre quisieron–, hagan un curso de guía de turismo, vayan a estudiar asistente social, vayan a ser lo que quieran, ¡pero estudien! Decí: “tengo que estudiar para darle una forma nueva a mi vida.” 3) Tengo que tener buenos amigos Después de los cuarenta necesitas tener amigos, para tenerlos, para hablar, que te escuchen, que estén preparados para escucharte. Porque a veces te sentís de más en los lugares, y le hablas a alguien y decís: “¿para qué se lo habré dicho; al final parezco una loca… hablo, hablo, pero nadie me entiende”, porque nadie te va a entender. Lo importante es que puedas hablar, no importa que te entiendan; lo importante es soltar todo lo que tenés para decir, porque hablar es sanador, hablar es terapéutico. Tenés que buscarte gente y decir: “no, no necesito que me des un consejo, necesito hablarte, que me escuches, necesito soltar toda esa maraña de emociones que son como una explosión que tengo adentro, y necesito sacarlas porque sino me voy a terminar enfermando.” Buscate amistades; acá hay mujeres que no tienen amigas y se tienen que buscar buena gente para hablar. Buscate alguien que escuche bien, que no te va a juzgar, que no te tiene que dar un consejo sabio; por eso no necesitas un súper inteligente que esté cera tuyo; necesitás una persona para hablar. Y cuando elijas una persona para hablar, si es mujer mejor; y si llega a ser hombre, acordate que acostarte con ese que estás hablando –que es tu buen amigo– es un impulso; lo tenés al lado para hablar, no para acostarte con él. Porque decís: “él me escucha pastora, él me entiende, él me mira con esos ojos…” pero buscate un amigo; no ‘amigo con cama incluida’; amigo es amigo. Y cuando puedas pasar el impulso de acostarte –que te van a venir ganas, porque sos un ser humano– ese que te escucha, que te abraza y te dice: “a vos tu marido no te entiende; yo sé, vamos a irnos juntos a una isla desierta…” y querés acostarte, (¡¿sí o no?!), tenés que pasar el impulso. Porque eso es un impulso; después no va a quedar nada de eso, o por lo menos nada bueno. Entonces: pasá el impulso y vas a ver la linda amistad que vas a tener con esa persona; va a ser tu mejor amigo, porque pudiste pasar los impulsos. Entonces él va a cumplir el rol que tiene que cumplir, o ella va a cumplir el rol que tiene que cumplir. 4) Tengo que aprender a trascender Después de los cuarenta querida mujer, tenés que ir pensando de quién vas a ser maestra, porque la mejor manera de mantenerse joven, con fuerza, con vitalidad, es mentoreando a otra mujer de la generación que nos sigue. Si vos todavía no tenés a alguien a quién mentorear, te estás perdiendo la mejor etapa de tu vida. El mentorear a alguien, el ser maestra de alguien, darle todo lo que aprendiste, enseñarle todo a esa persona que es más joven que vos, va a hacer dos cosas buenas en tu vida: te vas a sentir joven porque vas a estar con la vitalidad, y en segundo lugar vas a poder dejar tu legado, que eso es lo más importante, para que todo el mundo te recuerde. En esta etapa tenés que buscarte a quién vas a mentorear en la vida; hay una mujer más joven que vos que está necesitando que le transmitas todo el conocimiento que vos tenés, que le transmitas toda la experiencia que tuviste y acumulaste hasta esta primera mitad de la vida. Tenés que buscarte a alguien que quiera aprender de vos. No tenés que competir con esa persona, no tenés que esperar que la aplaudan a ella para decir “me están aplaudiendo a mí”, no, no. Es soltar toda tu capacidad, toda tu experiencia y todo tu conocimiento; ser un mentor, ser una mentora no significa que no vas a crecer más, no significa que vos ya llegaste y ahora te queda ver cómo los otros tienen éxito. No, porque estamos recién empezando; es simplemente poder soltar y sacar de adentro todo lo que aprendimos en la primera etapa, para estar vacías y volver a llenarnos en esta segunda etapa de la vida, que es una etapa preciosa. Queridas mujeres, tenemos que aprender a compartir nuestro saber; todas sabemos algo, todas somos sabias en algo, todas tenemos algo para enseñarle a alguien todas, aunque no hayas hecho la primaria y la secundaria, todas hemos vivido experiencia de vida que le sirven a otra mujer de la próxima generación. “¿Y cuándo se termina esto, pastora, esta crisis?” Un día se va a terminar. “¿Y cómo me voy a dar cuenta?” No va a ser de un día para otro, es un proceso lento; y en un momento te vas a dar cuenta que vas a salir de la oscuridad, de la confusión mental, de los gritos, y de creer que todo el mundo es malo y está en contra tuyo. Es un desastre creer que nadie te apoya, eso se va a terminar; creer que sos la única que lucha, te vas a dar cuenta que todos somos vulnerables, te vas a dar cuenta de tu propia identidad, te vas a aceptar con tus limitaciones y con tus aciertos, vas a aceptar al que te rodea con sus limitaciones y con sus aciertos, y vas a aceptar al mundo en el que estás con sus limitaciones y con sus aciertos. Y esta es una etapa de tranquilidad; de pronto vas a sentir una paz y una tranquilidad que no sentías toda esa revolución interior se va aplacando. Pero no para hacerte una persona depresiva, no, no; se va aplacando para soltar de adentro tuyo lo mejor. Dice que cuando Jonás estuvo el tiempo suficiente dentro del vientre del pez, un día Dios dio una orden de que el pez vomitara a Jonás y lo dejara en tierra firme. Un día de estos, después de haber aprendido todo lo que tenés que aprender en esta crisis, después de haber tomado las mejores decisiones, después de haber cuidado muchísimo de no responder a impulsos emocionales, el Señor dará un orden y dirá: “esta hija mía ya estuvo mucho tiempo en medio de la oscuridad, es tiempo que descienda a tierra firme.” Después de los cuarenta, queridas mujeres, aparece la tierra firme donde te vas a parar sobre tus pies, vas a saber donde querés ir, y los mejores años de tu vida van a estar delante tuyo, y –con cierta seguridad de que Dios te acompaña– vas a vivir esos años de ti vida. Dale gracias al Señor que Él es el sabio, cómo ha diseñado nuestra vida… amén. Los mejores años están por venir. ¿Cuántas están esperando la orden? Dios no va a dar la orden ni antes ni después, sino en el momento justo. En el momento justo vas a escuchar la orden de Dios que dice: “esta mujer está lista para estar en tierra firme”, vas a empezar a vivir los mejores años de tu vida, después de la crisis viene lo mejor. Y si sabés pasar la crisis con sabiduría no vas a tener nada de que arrepentirte. La única medida acertada para saber si lograste algo es cómo te sentís después; ¿cómo te sentiste después de acostarte con ese hombre, sabiendo que estabas siendo infiel?, ¿cómo pudiste mirar a los ojos a tus hijos?, ¿cómo te sentiste después de haber invertido ese dinero que te costó la mitad de tu vida ahorrar, por un impulso, y después haber perdido todo? …¿cómo te sentiste? ¿Cómo te sentiste después de haber tomado un riesgo positivo, un riesgo calculado, y terminaste la secundaria, terminaste la carrera universitaria, hice ese curso? “Noooo, yo me hice un viaje, ¡sabés qué lindos esos días! y tenía dinero y lo invertí bien, hice el mejor viaje”, ¿cómo te sentís ahora? Uno puede determinar si logró algo por cómo se siente después, y yo he hablado con muchas mujeres que me dijeron: “me siento destruida, pensaba que era lo mejor pero estoy mal, fue la peor decisión que tomé en mi vida.” Querida mujer, pasá las crisis con la mayor sabiduría del mundo; aprendé que no todo impulso hay que seguirlo, aprendé que hay que seguir la sabiduría del cielo; por eso tu vida está en manos del Señor: porque Él te va a soltar sabiduría, Él no te va a dejar sin sabiduría. Cuando venga ese impulso, pasalo por todas tus emociones, y decí: “mañana se me va a pasar”; cuando no sea un impulso, eso va a permanecer en el tiempo y Dios te va a ir llevando, y abriendo las puertas necesarias para lograr ese objetivo y cambiar tu vieja manera de vivir, tu vieja estructura. Dice Gálatas 4:6 que mientras el heredero es menor de edad, es igual que un esclavo. Si vos todavía seguís actuando como una adolescente, sos como una esclava que todavía no puede disfrutar ni administrar la herencia. Pero dice Pablo, quiero que maduren; yo quiero que maduren, yo las veo como hijas, y una hija es heredera, y una hija sabe administrar la herencia, y Dios nos está formando en este lugar todos los martes como hijas, no somos niñas, no somos adolescentes, somos mujeres hijas del gran Rey, con la capacidad para administra toda la herencia que Dios nos ha entregado. ¿Cuántas tienen más de treinta ocho años? quiero que hagan algo simbólico: que en los días de esta semana puedas prepararte una torta, y quiero que ese pastel o torta te lo prepares para festejar vos tu propio cumpleaños –aunque no cumplas esta semana– pero vas a festejar tu otra mitad de la vida; porque no vas a vivir ‘a los saltos’, vas a vivir con una paz y vas a vivir como si flotaras, porque las cosas se te van a dar fácilmente. Y cuando te prepares ese pastel, esa torta, vas a soplar esa velita y vas a declarar bendición para tu otra mitad de tu vida, y que vas a tomar las mejores decisiones; porque vas a formar tu otra mitad de la vida como querés vivirla, no como te dijeron que hay que vivir sino como querés vivirla. Y hoy tenés la sabiduría de Dios para saber cómo se vive una buena vida, porque uno tiene que morir como ha vivido: si uno ha vivido mal, va a morir mal; pero si uno ha vivido bien, va a morir bien. Yo decía el otro día en la Feria del Libro: yo sé que a Bernardo lo voy a amar por siempre, porque en la vejez a uno se le potencian las cosas buenas y las cosas malas; y si sos una persona mala, cuando sos viejo sos un viejo cascarrabias; pero si sos una persona buena, de viejo sos el más bueno que hay, sos el abuelo bueno, sos el papá bueno, sos ese amigo bueno. Y yo sé que lo voy a amar siempre porque él es un hombre bueno, así que de viejo va a ser súper bueno. Es así, tenemos que aprender a potenciar nuestras cosas buenas. ¿Qué es lo bueno que querés llevar durante toda la vida? Por eso vas a festejarte el mejor cumpleaños, vas a hacerlo vos, no vas a decir: “nadie vino a mi cumpleaños”, no, tenés que estar vos, porque la que cumple sos vos, la única importante en tu cumpleaños sos vos; así que te vas a preparar esa torta, te la vas a ir a comprar, la haces como puedas, como sea; si querés invitar a tus amigas del grupo y venir y festejarlo acá, bárbaro. Y te vas a ungir dándote una palabra profética, auto profetizándote de cómo querés vivir toda la vida que te queda por delante –que es mucha– cómo la vas a vivir, la vas a vivir con toda la vitalidad que puedas: vas a tomar las mejores decisiones para tu cuerpo, vas a tomar las mejores decisiones para tus emociones, vas a tomar las mejores decisiones con tu pareja, vas a tomar las decisiones mejores para con tus hijos, vas a tomar las mejores decisiones intelectuales, vas a estudiar vas a hacer algo fuera de lo común. Pero no un impulso, sino algo que sepas que –cuando termines de hacerlo– te va a dar los mejores resultados y vas a estar orgullosa y feliz de haber tomado esa decisión. bendiciones. (mensaje psicólogos cristianos)
Meneca
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