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“Los dos seguidores de Juan lo oyeron decir esto, y siguieron a Jesús”. Juan 1:37 "
No hay nada más difícil que perder la popularidad. Lo podemos ver en los futbolistas que pasaron el cuarto de hora. Tratan por todos los medios de seguir jugando, pero ya pasó su tiempo. Es igual con las estrellas de cine. Una vez que dejaron de ser populares, se vuelven lamentables. Quieren seguir teniendo popularidad y solo hacen el ridículo. Pero nos pasa lo mismo a nosotros en menor escala.
Si alguien gozó de 5 minutos de fama en el colegio por hacer un acto heroico, la disfruta al máximo. Pero pasado algún tiempo, cuando ya se olvidaron, se vuelve a ser el mismo desconocido de siempre y eso angustia.
Para Juan, su ola estaba declinando. Durante algunos meses había estado en la cima de la gloria. Todo Israel hablaba del gran profeta que se vestía con pieles de camello y comía langostas y miel silvestre.
Cientos de miles de hombres y mujeres, viajaban kilómetros solo para escucharlo y pedirle que los bauticen. Estaba cumpliendo lo que Dios le había pedido y lo estaba haciendo bien.
Y en algún lugar del corazón de Juan, seguramente se infló algo de orgullo. Era emocionante ver como las multitudes le obedecían. Cientos de personas escuchaban y acataban lo que Juan decía. Fueron meses gloriosos.
Pero un día llego Jesús. Y las olas de la popularidad, fueron a otras costas. Juan fue quedándose cada vez más solo. La figura de Jesucristo era más atractiva y cada vez más gente deseaba escucharlo y verlo.
Tal vez fueron los últimos dos discípulos que le quedaban. Los que lo acompañaron hasta el final, cuando Juan les dijo que ese que hablaba era el mismísimo Cordero de Dios. Y les ordenó que lo sigan a El. Y mientras veía como sus dos últimos discípulos seguían a Jesús, miró a su alrededor y no encontró a nadie. Y aunque le causaba dolor, era como debía ser.
Ya nadie lo escuchaba, ya nadie lo seguía, ya no era famoso. Era solo un recuerdo. Y para él estaba bien, porque toda la gloria se la llevaba Jesús. Hoy nos cuesta ubicarnos. Queremos que nos escuchen a nosotros en lugar de mirar a Cristo.
Aprendamos la lección de Juan. Es necesario que Jesucristo crezca y que nosotros pasemos desapercibidos. A la inversa, es un fracaso seguro.
Que pena que haya algunos predicadores que quieren ser más conocidos y famosos que Jesús.
No predican el evangelio. se predican a si mismos
Nuestro tamaño es proporcional a la influencia de Jesús.
GRACIAS A LA HNA. SILVIA POR EL FONDO