UN LENGUAJE PARA DAR GLORIA A DIOS
"Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo". Santiago 3: 2b
¡Cuántas veces al mirar hacia atrás lamentamos haber permitido que ciertas expresiones salieran de nuestros labios!, o sea que nos arrepentimos de las palabras pronunciadas tal vez a nuestros esposos/as, hijos o algun familiar o conocido. Tal vez inclusive a alguien que no conocemos muy bien y por ello mismo sentimos que no seremos descubiertos.
Es probable que hayamos herido a alguien con nuestras expresiones; o tal vez repetimos algo que debimos callar; o quizás nuestros términos se prestaron a ser mal interpretados y causamos una situación de apremio. ¡Qué difícil es arreglar lo que dijimos mal o fuera de lugar!. Y cuando lo hicimos con nuestro esposo/sa... como nos duele a nosotros mismos tambien!
Pero no nos condenemos por lo que ya no podemos remediar, amén de tener que disculparnos y pedir perdon a quien ofendimos, sino que tomemos hoy la firme determinación que, de aquí en más, nuestras palabras serán para bendecir, alentar, edificar, inspirar y unir a los demás.
Comencemos a formarnos en el hábito de decir siempre la verdad, de evitar los comentarios que hieren o destruyen. Saquemos de nuestro vocabulario las palabras feas y esforcémonos por dar mensajes amables, considerados, que "den gracias a los oyentes".
Expresémonos con términos que produzcan armonía en nuestro hogar y entre los que nos rodean, y aun al hablar alentemos a los demás a ser mejores cada día.
Así, ¡Dios será glorificado en nuestra conversación!.
Que sea de bendicion,
Graciela
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