Feliz
"Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo." Salmos 32:1 "
Nadie es impecable. Somos todos falibles. No hay nadie que pueda decir: No hay nada de que puedan acusarme. Todos sabemos muy bien que hemos cometido errores y que muchas veces no podemos ocultarlos. Es muy común en las peleas que sacamos del armario de los recuerdos todos los errores y problemas que el otro tuvo, con el fin de solidificar nuestro argumento. Pasa siempre en las discusiones familiares. Tal vez no tenga nada que ver con el problema que estamos discutiendo, pero igual nos encanta revolver en la memoria y remarcar los errores ajenos.
Parece como si al mostrarle al otro sus muchos errores pasados, descalificamos su argumento presente. Y la respuesta que no se deja esperar es un aluvión de críticas y menciones de nuestros propios errores. Siempre pasa que cuando discutimos, la mejor defensa es un buen ataque, por eso respondemos con más agresión cuando somos agredidos. Al cabo de algunos minutos, los dos estamos discutiendo de nuestros errores pasados y tratando de justificarnos y nos olvidamos del motivo por el cual habíamos empezado a charlar.
Todos somos falibles y cometemos errores. La Biblia los llama pecado y suena más feo, pero es la realidad. No importa que nombre le queramos poner, o como queramos justificarnos, siempre un pecado es un pecado. Y siempre alguien va a levantar el dedo para acusarnos. Y lo que más nos molesta es que siempre tienen algo para decir y para mostrar.
Y cuando nuestros errores son muy evidentes y no pueden taparse de ninguna manera, cuando somos descubiertos in fraganti haciendo algo que esta mal, nos gustaría salir corriendo o desaparecer para evitar la vergüenza. Cuando se acaban los argumentos para intentar justificar un error, cuando ya ni con mentiras podemos evitar que se den cuenta, desearíamos que la tierra nos trague para no enfrentar la realidad. Nos sentimos muy incómodos.
Lo lamentable es que esa incomodidad nos surge cuando estamos frente a otra persona, nuestro padre, algún amigo, el jefe, la esposa, un primo. Pero nunca la sentimos cuando es Dios quien esta mirando nuestros pecados. Eso nos resulta indiferente, porque Dios jamás nos acusa ni nos degrada por los errores cometidos y como es todo amor, siempre perdona todos y cada uno de nuestros pecados.
Por eso nos abusamos de su paciencia y seguimos pecando sin culpa. Nos preocupa mas lo que pueden pensar nuestros amigos sobre lo que se puedan enterar, que lo que opina Dios que sabe todo con lujo de detalles. Y esto es un grave error. Por eso decía David que el hombre verdaderamente feliz es aquel que tiene todos sus pecados perdonados.
Jesucristo en la cruz, pago la deuda que habían generado cada uno de nuestros pecados y por eso puede justificarnos, hacernos de nuevo justos y limpios. Y Dios nos mira como si nunca hubiésemos pecado. Ya no hay nada de que puedan acusarnos. Estamos limpios y sin culpa, nuestro historial es perfecto.
La felicidad es total porque Dios restableció su comunión con nosotros, y nos dio de nuevo la bendición de su compañía. Su perdón continuo nos garantiza que nunca nos va a dejar abandonados y su enorme misericordia nos asegura que nunca nos va a echar en cara los errores pasados. Ya los perdono y los escondió en un lugar donde no se puede llegar, para no acordarse nunca mas de lo que hicimos mal. Dios es tan grande que perdona y olvida todos y cada pecado, incluso ese pecado terrible en el que estas pensando.
Grandioso amor de Dios, que nos perdona y nunca recrimina. ¡Cómo vamos a seguir pecando y abusándonos de semejante amor! La mejor manera de agradecerle por tanto amor es vivir como El desea que lo hagamos.
Vive feliz, eres perdonado.
GRACIAS A LA HNA. SILVIA RODRIGUEZ POR EL FONDO
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