Junto con un objetivo de oración muy definido, es igualmente necesario que haya un deseo verdadero para alcanzarlo. "Las oraciones frías" -afirma un viejo teólogo- "piden ser rechazadas." Cuando le pedimos al Señor con tibieza, sin fervor, es como si detuviésemos Su mano, y le impidiésemos darnos las mismas bendiciones que pretendemos estar buscando. Cuando tengan su objetivo bajo la mira, su alma tiene que ser tan poseída por el valor de ese objetivo, por su propia suma necesidad de él, por el peligro al que estarían expuestos a menos que la petición les fuera concedida, que serán compelidos a suplicar por ella como un hombre suplica por su vida. SPURGEON
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