Job dijo: ¡Quien me diera el saber donde hallar a Dios!...Job 23.3...
." El alma que posee gracia se entrega con un doble celo a encontrar a Dios, y eleva al cielo con mayor frecuencia y fervor, sus gemidos, su súplicas, sus sollozos y sus suspiros. "¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!"
La distancia o el trabajo no son nada; si el alma sólo supiera dónde ir, pronto saltaría por encima de la distancia. No pone condiciones acerca de montañas o ríos, sino que está resuelta a ir hasta Su silla, si supiera dónde hallar a Dios. Mi alma hambrienta atravesaría paredes de piedra, o escalaría las murallas almenadas del cielo para llegar hasta su Dios, y aunque hubiesen siete infiernos entre Él y yo, me enfrentaría a las llamas si pudiera llegar a Él, sin sentirme intimidado si sólo tuviera la probabilidad de estar al fin en Su presencia y sentir el deleite de Su amor. Me parece que ese es el estado mental en el que Job pronunció las palabras ante nuestra consideración....Parecería que el fin de Job al desear la presencia de Dios, era poder orar a Él. Había orado, pero necesitaba orar como en la presencia de Dios. Él deseaba argumentar como delante de Alguien que Job sabía que le oiría y le ayudaría. Anhelaba exponer su propio caso delante de la silla del Juez imparcial, delante del propio rostro del infinitamente sabio Dios; él quería apelar la injusta sentencia emitida por sus amigos en los tribunales inferiores, y hacerlo ante la Corte Suprema de Justicia del Rey, la Corte Suprema del cielo, y allí, decía Job: "Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de argumentos." Spurgeon