Cristo es rey, un rey por la fuerza de la verdad en un reino espiritual; con este propósito nació; por esta causa vino al mundo. Alma mía, hazte esta pregunta: ¿Ha sido cumplido en ti este propósito del nacimiento y de la vida de Cristo? Si no es así, ¿cuál es el provecho de la Navidad para ti? Los miembros del coro cantarán: "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado." ¿Es cierto eso para ti? ¿Cómo podría serlo a menos que Jesús reine en ti, y sea tu Salvador y tu Señor? Los que verdaderamente pueden regocijarse en Su nacimiento son aquellos que le conocen como el Señor de sus corazones, que gobierna su entendimiento por la verdad de su doctrina, su admiración por la verdad de Su vida, y sus afectos por la verdad de Su persona. Para esa gente, Él no es un personaje que deba ser retratado con una corona de oro y un manto de púrpura, como los reyes comunes y teatrales de los hombres; sino ¡Alguien más resplandeciente y más celestial, cuya corona es real, cuyo dominio es incuestionable, que gobierna con verdad y amor! ¿Conocemos a este rey?
Esta pregunta se podría aplicar muy bien a nosotros, pues, amados, hay muchos que dicen: "Cristo es mi Rey," pero que no saben lo que dicen, pues no le obedecen. El que es siervo de Cristo, confía en Cristo, y camina conforme a la mente de Cristo, y ama la verdad que Jesús ha revelado. Spurgeon