Cristo Salva, Pero Apúrate
Josué Mora Peña
Hace muchos
años, cuando vivía en la ciudad de los Ángeles, California, en los Estados
Unidos de América, mientras viajaba por una de esas calles pasé por una iglesia
con un gran letrero en el frente que decía, “Cristo Salva, Pero Apúrate”. Esto me puso a pensar que Dios quiere salvar
a toda la humanidad pero que nosotros tenemos que hacer nuestra parte. Efesios 2:8 y 9 dicen, “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de
Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
La parte de Dios es Su gracia, Su Don o Regalo al mundo—Cristo
Jesús. Nuestra parte es aceptar ese Don
por medio de la fe.
Para ser salvo, uno tiene que tener
fe en Cristo. No es cuestión de hacer buenas obras. Dice la Biblia que nuestras
mejores obras son como trapo de inmundicia (Isaías 64:6). Yo comparo
esto como si nuestras buenas obras fueran un trapeador. La salvación es un Don
de Dios, un regalo para el mundo entero.
Unos hacen buenas obras pensando que con ellas se ganan el favor de
Dios. La persona que es salva, que sabe
que sus pecados han sido perdonados y lavados con la sangre de Cristo, y tiene
la seguridad de la vida eterna, hace buenas obras en agradecimiento por lo que
Cristo ha hecho por ella. El que ha
nacido de nuevo, del Espíritu Santo, no puede menos que hacer buenas obras.
Alguien ha dicho que todas las
religiones del mundo tienen algo de bueno, y probablemente sea cierto, pero no
es la religión la que salva a la persona de la condenación eterna y del
infierno. Cristo es el Único que salva, perdona y nos da la vida eterna. Juan
3:16 dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida
eterna”. La Biblia dice en relación con
el infierno que Dios hizo el infierno para el diablo y sus ángeles, nunca para
sus hijos, según leemos en Mateo 25:41, “Entonces dirá también a los de
la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles”.
Dios es amor y la prueba más grande
de su amor hacia ti y mí es el Calvario.
El murió por los pecados de todo el mundo (Mateo 20:28; Marcos 10:45
y Primera de Timoteo 2:6), incluyendo los tuyos y los míos. Si no has tenido esta experiencia del perdón
de tus pecados, hoy mismo tú puedes recibir ese perdón. En el año 1830, en los Estados Unidos de
América, vivió un hombre llamado George Wilson. Había cometido un crimen y
estaba condenado a morir en la cámara de gas.
Fue en el tiempo del presidente Andrew Jackson. Sus familiares hicieron todo lo posible por
conseguirle un perdón, el cual consiguieron con el gobernador del estado. Inmediatamente fueron a darle las buenas nuevas
al Sr. Wilson. Éste rechazó tal
perdón. La corte local no sabía qué
hacer. George era libre, había sido
perdonado y, sin embargo, él no aceptó ese gran favor. Su caso fue llevado hasta la Corte
Suprema. El veredicto de la Corte fue el
siguiente: “El perdón otorgado a un reo de muerte, no tiene validez si el
aludido no lo acepta”. George Wilson
murió.
Cuando Dios hizo al hombre lo hizo
sin pecado, sin maldad. Adán era un
hombre perfecto, completo, hecho a la imagen y semejanza de Dios (Génesis
1:26). Dios les dijo tanto a él como
a Eva que de todo árbol del huerto podían comer, menos del árbol de la ciencia
del bien y del mal (Génesis 2:17).
Satanás usó a la serpiente para tentar a Eva con el fruto
prohibido. Ella cedió a la tentación y
también Adán. Dios los expulsó del huerto
para que no alargaran su mano y tomaran también del árbol de la vida eterna (Génesis
3:22). A propósito, algunos le
llaman al capítulo 3 de Génesis, el capítulo más negro de toda la
Biblia. Sin embargo, en el versículo
15 vemos un rayo de esperanza. La
simiente de la mujer, refiriéndose a Cristo, herirá a la serpiente en la
cabeza. Esto sucedió cuando Él (Cristo)
se levantó de entre los muertos.
Ningún sermón estaría completo sin
preguntarte si has aceptado el perdón de tus pecados. Cristo ya pagó por ellos. Ahora te toca a ti aceptarlo. No permitas que la historia de George Wilson
se repita en ti. Cristo quiere salvarte
hoy mismo, así que apúrate. Confiesa tus
pecados a Dios. Pídele que te
perdone. Acepta a Cristo como tu
Salvador y hoy mismo El escribirá tu nombre en el Libro de la Vida del Cordero (Apocalipsis
13:8).