Dicen que la gente ya no se rie.
Es como si sobre las ciudades y las calles,
sobre las casas y fábricas,
en los coches, autobuses y en el metro,
en las habitaciones y despachos y
sobre los mostradores y ventanillas
dijera un gran rótulo con letras colosales
"Prohibido reir".
Parece como si hubiera emigrado la risa.
Porque en nuestras casas, con el amor
ha muerto también la alegria.
Vivimos en un mundo de pena.
Si hacemos caso a la tele y a la prensa,
pronto no habrá nadie en nuestra
tierra contento con lo que tiene.
Desde el inabordable bunker de nuestras
cuatro paredes lanzamos al mundo
criticas encarnizadas y protestas encendidas.
La gente ha muerto de frio por dentro.
¡No pongas esa cara de vinagre!
Ni vayas por ahi con ese gesto amargado.
Riete en casa y sal a la calle sonriendo.
Necesitamos más que nunca una risa
sana y cordial.
¡La risa nos hace libres!