La Prudencia
La prudencia es la virtud que nos impide comportarnos de manera ciega e irreflexiva en las múltiples situaciones que debemos sortear en la vida. Una persona prudente se caracteriza por su cautela al actuar, la cual es resultado del alto valor que le da a su propia vida, a la de los demás y en general a todas las cosas que vale la pena proteger. Es así como nunca se atrevería a poner en riesgo su bienestar o el de sus seres queridos, lo mismo que su salud, su seguridad o su estabilidad. Ser prudentes significa ser precavidos, es decir, tener conciencia de los múltiples peligros, inconvenientes e imprevistos de todas clases que nos acechan por doquier, y anticiparse a ellos sin alarma ni pánico, guiados tan solo por un sano y legítimo instinto de conservación.
Las personas prudentes se reconocen también porque saben cuándo hablar y cuándo callar, y cuándo actuar o abstenerse de actuar. Tal sentido de la moderación y el equilibrio es uno de los legados más valiosos que heredamos de los filósofos antiguos, para quienes la prudencia era la más auténtica expresión de la sabiduría natural de la vida.
Para ser prudentes...
- Evitemos tomar al pie de la letra todo lo que leemos o lo que oímos.
- Tratemos siempre de pensar antes de actuar.
- Seamos discretos. Tomemos como regla el no hablar más de la cuenta en ninguna circunstancia.
La imprudencia
La imprudencia es la incapacidad de prever las consecuencias que nuestras palabras o nuestros actos pueden tener en el mundo que nos rodea. Somos imprudentes cuando hablamos sin pensar o sin conocer, y también cuando no sabemos refrenar nuestra lengua y revelamos los secretos que nos confían. La indiscreción, la falta de tacto, son un típico producto de la imprudencia en el trato humano, y suelen herir u ofender innecesariamente a las personas afectadas.
La imprudencia es igualmente la principal causa de la mayoría de los accidentes que tienen lugar en las calles y carreteras y en el mundo del trabajo en general. Trágico ejemplo de lo anterior son los conductores que no respetan las señales de tránsito o los trabajadores que realizan labores peligrosas en malas condiciones de seguridad, por sólo citar dos casos. Una persona imprudente puede ocasionar la muerte de otra u otras sin quererlo, y convertirse en criminal a pesar suyo. A tal punto llega el daño que la imprudencia puede causar.
Obstáculos para la prudencia...
-La cultura de la indiscreción y del chisme, que nos lleva a prestar atención y a dar por ciertos los rumores que circulan acerca de las personas, sin preocuparnos de averiguar si son ciertos o no.
-El mal ejemplo de muchos ciudadanos, que desafían públicamente las reglas de la convivencia y consideran sus más peligrosas imprudencias como travesuras sin importancia o como actos de valentía.
Las personas prudentes son precavidas, moderadas, respetuosas, sensatas, responsables, cuidadosas.
Las personas imprudentes son irreflexivas, descuidadas, indiscretas, incautas, torpes, peligrosas.
(De la red)