06.07.09 @ 20:12:27. Archivado en Sociedad
Caminaba por el borde de la playa mientras las olas acariciaban sus pies, sentía el pareo balancearse por la brisa dejando al aire sus muslos. No era una recatada, pero prefería pasear a cubierto de las miradas, antes que exhibir la totalidad de su cuerpo embutido en el traje de baño de aquel año. Podía observar los bikinis que exhibían los michelines o las tersas y firmes carnes de las más jóvenes. Las había atrevidas que dejaban su torso desnudo sin pudor. En realidad era una cuestión de matices que una mujer enseñase sus pechos o los recubriera con un trozo de tela. Pero ella nunca había sucumbido a la moda del tanga o el toples. De la misma manera que no había utilizado jamás las trasparencias. Hay cosas que son de sentido común, forman parte de la propia conciencia.
¿Pero qué es la conciencia?: ¿una voz que te culpabiliza?. ¿un juicio recto sobre el bien y el mal?. Mientras caminaba por la orilla iba preguntándose a sí misma en qué consistía sentir turbación al mostrar el propio cuerpo desnudo y perder la vergüenza al exhibirlo. En este asunto también entraban los hombres, con sus trajes de baños ceñidos o las bermudas de toda la vida. También a ellos les afectaba, pero menos. No es propio de una mujer ir con el torso desnudo por la calle, algo que se ve a menudo en los obreros de la construcción.
Seguía deslizando sus ojos por las sombrillas de la playa mientras miraba con curiosidad escenas repetidas todos los años; familias enteras con sus tumbonas, junto a una pequeña mesa y la nevera zampándose la típica ensaladilla veraniega junto al tetra brick de la sangría. Todavía seguían existiendo los retratos familiares de verano. Aunque había clases y clases, porque no todos degustaban la comida mezclada con arena al borde del mar, mientras miraban con envidia a los turistas comer la paella en el restaurante de la playa, con aire acondicionado, mantel y servilletas. Vale, pero a lo que iba ¿qué diantre era la conciencia?. ¿La que te hacia devolver la billetera encontrada en los vestidores de la playa?. ¿La que te impedía escamotear en rebajas algún saldo?.
La brisa atemperaba el golpe de calor de aquel mediodía de julio, pero ella seguía preguntándose una y otra vez si todo el mundo tenía conciencia. A lo largo de los años había encontrado todo tipo de gente, la que más le molestaba era la prepotente, la que sin ningún sentido de culpabilidad se lanzaba a satisfacer sus ambiciones cayese quien cayese por el medio. ¿Cómo era la conciencia de aquella compañera, liada con un casado que le había inducido a un aborto?. ¿Cómo era posible que después de aquello hubiera seguido con él?. Así que había diferentes tipos de conciencia.
Según recordaba existía la conciencia recta y verdadera y la conciencia errónea. La primera llevaba a una acción moralmente recta. La segunda también podía ser falsa o errónea y en ese terreno entraban los moralistas a dilucidar si seguirla engendra o no culpabilidad. Aunque nunca serán pecados culpables las acciones cometidas sin saber su maldad.
Pero más aún, estaban las diferencias entre la conciencia cierta, probable o dudosa. Y luego los matices que afectaban a la conciencia escrupulosa y la conciencia relajada. Y entre todas estas opciones ella pensaba que la moda y la televisión afectaban directamente a la conciencia, convirtiendo en usual aquello que examinado con rigor no pasaría los filtros de una recta conciencia. De algún modo el ambiente nos condiciona a juzgar de modo leve aquello que por sí mismo es grave. Pero llegado a este punto, decidió que lo mejor que podía hacer era darse un baño y dejar de lado los temas de conciencia.