UN CORAZÓN CONTRA EL ODIO
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D.R. |
Ismael Khatib donó los órganos de su hijo Ahmed (foto en blanco y negro), tiroteado por una patrulla israelí para salvar la vida de seis niños. Aparece con uno de ellos, Mohammed Kabua, beduino. |
Ahmed jugaba en una calle de Jenín (Cisjordania) con una pistola de plástico cuando dos disparos de soldados israelíes lo atravesaron. Tenía 12 años. Un `incidente´ más si no fuese porque su padre, palestino, decidió donar sus órganos sin importarle que uno de los receptores fuese una niña hebrea de padres ultraortodoxos. Un documental cuenta su historia, un ejemplo de que la convivencia todavía es posible.
«El acto de humanidad confundió a los israelíes.» La voz serena de Ismael Khatib pone los pelos de punta. La tristeza de sus ojos es profunda. Cada sonrisa de sus labios es un tremendo esfuerzo desde que, hace cuatro años, su hijo Ahmed, de 12, cayera abatido por balas israelíes en Jenín, un campo de refugiados en Cisjordania considerado por Israel como un gigantesco nido de terroristas islámicos.
El `acto de humanidad´ de Ismael, la decisión que lo puso en paz consigo mismo y con el mundo, consistió en donar los órganos de su pequeño. Seis personas salvaron sus vidas gracias a él. Entre ellas, una niña judía, Menuha Levinson, necesitada de un riñón. El revuelo se hizo inevitable: ¿un palestino salvando la vida a un judío? La acción de Ismael fue, durante varios días, la noticia más destacada en Oriente Medio, como un desconcertante soplo de distensión en una región gobernada por el odio. «A los judíos no les gustó nada lo que hice –reflexiona Ismael–. Muchos hubieran preferido verme convertido en una bomba humana. Se sentirían mejor si este palestino hubiera matado a uno de sus hijos en vez de haberle salvado la vida a otro. Para mí, todo fue mucho más gratificante que si hubiera vengado a mi hijo acabando con uno de sus soldados.»
Un año y medio después de aquellos hechos, los cineastas alemanes Leon Geller y Marcus Vetter siguieron a Ismael en un emotivo viaje por Israel y los territorios ocupados. El padre que perdió a su hijo quería conocer a los niños en cuya alma, así lo entendía él, seguía vivo su retoño, incluida la hija menor de los Levinson, habitantes de un vecindario ultraortodoxo de Jerusalén.
El corazón de Jenín (sin fecha de estreno en España), premiada como mejor documental en el último Festival de Valladolid, narra esa travesía de Ismael, incluido el catártico encuentro con los Levinson.
«Yaakov Levinson, el padre, llegó a decir en público que hubiera preferido que su hija tuviera el órgano de un judío antes que el de un palestino –recuerda Marcus Vetter–. Cuando lo entrevistamos en 2007, él y su familia seguían llenos de prejuicios. No querían conocer a Ismael. Aun así, él fue a visitarlos. No sabían de qué hablar, pero verse, tomar juntos un café, fue muy importante. Yaakov Levinson dijo después: ‘¡Qué pena no habernos conocido antes!’. Ésa es la clave. Conocerse, hablar. El mayor enemigo de la paz son los prejuicios. Para muchos judíos, todos los árabes se comportan y piensan en términos de terror y venganza, pero no es así. Hay miles de personas que no ansían la revancha, sino vivir en paz y armonía con sus vecinos.»
Ahmed Khatib murió en noviembre de 2005. Le había pedido dinero a sus padres para una corbata; pensaba ponérsela para el Id al-Fitr, fiesta con la que concluye el ayuno de ramadán. Por el camino se encontró con dos amigos. Jugaban con una pistola de plástico a «árabes y judíos». Ahmed tomó el juguete y cruzó una plaza corriendo y gritando. Sin querer, se puso a tiro de una patrulla hebrea situada a 130 metros de distancia. De pronto, dos disparos silenciaron la calle, dos agujeros se abrieron en su cabeza y su pecho. «Teníamos intrucciones de disparar a toda persona armada –confiesa, sin mostrar su rostro, uno de los soldados israelíes–. Uno de los tiradores avisó: ‘Individuo armado’. Descargó y escuché sus gritos: ‘¡Ha caído!, ¡ha caído!’.» Pese a las balas, el corazón del niño palestino siguió latiendo, los médicos del hospital Rambam de Haifa, sin embargo, no pudieron ser más claros: no había ninguna posibilidad de supervivencia. Para Ahmed, al menos. Para otras seis personas, por el contrario, su muerte abría la puerta a una nueva vida.
La idea de donar los órganos de Ahmed agradó a Ismael. Así, al menos, la muerte de su hijo no sería en vano. Ahora bien, la decisión no era enteramente suya. «Ismael fue muy valiente al donar los órganos de su hijo, a pesar de vivir en un campo como Jenín –defiende Vetter–. Primero, habló con su esposa y su familia; estaban de acuerdo. Después, trató con Zakariya Zubeidi, jefe de las Brigadas de Mártires de Al Aqsa, combatiente y máximo dirigente secular en Jenín. ‘Mira, Ismael, yo lucho con las armas, pero si deseas ir por este camino, Alá estará contigo’, le dijo. Por último, el mufti, la más alta autoridad religiosa del campo de refugiados, le dio su consentimiento.» Si alguna de estas personas, incluyendo guerreros y religiosos, hubiera dudado, el tiempo para los trasplantes se habría agotado y esta historia excepcional jamás habría tenido lugar. «El gesto de Ismael y el hecho de que no fuera sólo idea suya –subraya Vetter– es algo que ilumina una esperanza sobre el futuro de la región.»
Como colofón a su trabajo, Vetter, Ismael y el resto del equipo de
El corazón de Jenín construyen una sala de cine en este campo de refugiados, convencidos de la capacidad transformadora del séptimo arte. Convertida en película, la historia de Ismael es uno de esos escasos ejemplos que así lo demuestran. Entre los palestinos, Ismael era visto por muchos como una especie de traidor. Después de ver la cinta, asegura Vetter, «muchos han podido entender el gesto de su compatriota; la mayoría de las personas que la han visto han cambiado su modo de ver todo el asunto». La moraleja de la historia de Ismael, y el mensaje que la película intenta transmitir, en palabras de su director, es de una claridad aplastante: «Cuanta más gente en ambos lados se atreva a romper barreras y prejuicios, más cerca estaremos de una posible convivencia».
Fernando Goitia
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