¿POR QUÉ HA CAMBIADO LA EDUCACIÓN?
¿Han olvidado los padres que son la autoridad? La autoritas, que implica lo que te hace crecer, está más relacionada con el reconocimiento, el liderazgo y la capacidad que uno tiene para interaccionar con el entorno, mientras que la potestas representa más la imposición del deber.Es el diálogo frente al orden, la comunicación frente a la imposición, convencer frente a vencer, comunidad frente a fuerza.
Nuestros padres y abuelos fueron educados en un ambiente muy estricto, y parece que la solución elegida para las generaciones actuales consiste en una formación más flexible, porque se cree que así serán más felices.
Hace poco me decía una madre de familia: "Dile tú a mi hijo que vaya a visitar a su abuelo, a mí no me hace caso" Le pregunté por la edad de su niño: "Ocho años". Creo que sobran los comentarios. Si un padre o una madre deciden que se visita al abuelo o a la abuela una vez cada quince días, los hijos deben obedecer, les guste o no. Las normas no las marcan los hijos, sino los padres, Recientemente, en un programa de televisión, escuché a mi padre comentando cómo la sociedad actual ha pasado del patriarcado al filiarcado. Las normas las imponen los hijos, ellos deciden y mandan. "Total, somos una generación perdida que ha pasado de esclavos de sus padres a esclavos de sus hijos"
¿Qué se encierra tras esta conducta permisiva de los padres? En primer lugar, cierto miedo al conflicto, al grito, a imponerse. Si uno no marca las pautas desde joven, el niño, a medida que crece hace su santa voluntad sin querer obedecer. Por tanto, sabe que sus padres, no acostumbrados a exigirle lo suficiente y evitando muchas veces el conflicto directo, obviarán a toda costa la pugna o la disputa.
No queremos altercados en casa porque nos acogemos al pensamiento de que "suficientes problemas hay en el trabajo, en la sociedad, en el mundo" como para crear nosotros mismos un ambiente hostil en nuestras propias familias y en el único ámbito en el que los padres no deben conceder o condescender, que es el núcleo familiar. Es su máxima responsabilidad. Muchas veces son los padres quienes más sufren castigando a sus hijos, pero como escribía en el siglo XIII el Arcipreste de Hita "castígate castigando y sabrás a otros castigar". Este concepto del miedo a reprender a los hijos se manifiesta desde antiguo, en el Libro de los Proverbios, que me gustaría citar: "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; más el que lo ama desde temprano lo corrige". Existe otra sentencia del mismo Libro, ingeniosa, "La vara y la corrección dan sabiduría; más el muchacho consentido avergonzará a su madre". A esta idea se añade otro razonamiento erróneo: pensar que es bueno o saludable evitar que los hijos sufran a causa de las exigencias o las obligaciones que no son de su agrado. Todos sabemos que las mejores lecciones derivan del sufrimiento. El ser humano aprende con el sufrimietno y sale experimentado de él. La derrota enseña lo que el éxito oculta.
Cualquiera que se encuentre leyendo estas líneas recordará momentos de su infancia o juventud, cuando un golpe le hizo madurar o crecer con mayor rapidez. Por tanto, no hay razón para evitar todos los golpes a los hijos. Protegiéndoles del dolor o de la obligación no creamos amigos, sino hijos débiles y sobre todo, poco preparados para la vida.
Los hijos desarrollan una pésima tolerancia a la frustración porque los padres no saben decir que no, y si lo hacen cambian fácilmente con ciertas manipulaciones. Nos encontramos ante hijos manipuladores: saben cómo conseguir sus retos y propósitos. Todo reside en cómo lo piden. La educación se convierte en una negociación constante. Utilizar al hijo de aliado-amigo suele desencadenar fuertes conflictos de lealtades, con sentimientos de culpabilidad o rechazo.
¿Qué sucede cuando los padres no ejercen correctamente su función? Estos adolescentes acaban notando un vacío. Se sienten solos e inseguros porque empiezan a percibir que precisan de alguien que los guíe, pero no lo encuentran. Comienza a embargarles un cierto desasosiego ante ese sentimiento de soledad. Los niños, para su buena formación como personas, necesitan disciplina y límites fijados por los padres. Límites claros y nítidos para crecer y transformar a los hijos en los emprendedores del futuro. Lógicamente, todo ello entremezclado con el afecto.
AFECTO + DISCIPLINA: claves de la buena educación
DEL LIBRO: A M I G O S
Adiós a la soledad
ENRIQUE ROJAS