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SOY UNA ANTIGUA |
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Carmen Posadas | |
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He pasado tres días en Formentera. Es un viaje ritual que comparto con dos grandes amigas, ambas llamadas Mercedes, y que repetimos cada mes de junio desde hace más de diez años. Así, nos ponemos al día de andanzas, reforzamos lazos y nos dedicamos a equiparnos para la temporada sacándole lustre a nuestras tarjetas Visa (cada vez menos lustrosas, por cierto). Sin embargo, no es de la complicidad femenina de lo que quiero hablarles hoy, tampoco de la crisis, ni mucho menos de nuestras experiencias como shopalcoholics a lo Sexo en Nueva York. Si he titulado así este artículo es porque nuestra anual excursión me permite hacer unas observaciones sociológicas bastante interesantes sobre el paso del tiempo y el modo en que cambian ciertas cosas. Como saben, Formentera es un isla en la que abunda la gente joven y guapa, lo que inevitablemente invita a un cierto hedonismo, también a lo que antes se llamaba `nudismo´ y que ahora ya no se llama porque se ha convertido en la más normal de las prácticas. Así, como en sus playas se ven tantas personas «au naturel», que diría un cursi, a lo largo de estos diez años he podido observar el modo en que ha evolucionado el aspecto corporal más íntimo tanto en hombres como en mujeres. Cómo se ha ido pasando, por ejemplo, de tímidos tatuajes (una mariposita aquí, una estrellita allá) a toda una profusión de arabescos y volutas que hace que algunos, más que tatuados, parezcan tapizados en cretona, la verdad. También he podido observar el mismo proceso en lo que se refiere a músculos. Antes era poco glamouroso parecer Rambo; incluso existía la idea, un tanto prejuiciosa, de que los tipos con aspecto de culturistas eran más bien cortitos de entendederas. Ahora, en cambio, se ha impuesto el músculo, cosa que personalmente no me desagrada si no fuera unido casi indefectiblemente al auge de la depilación masculina. Y es que, qué quieren que les diga, yo prefiero los hombres de pelo en pecho. En otras palabras, y dicho con todos los respetos, esta moda de los tíos lampiños y a la vez cuadrados como armarios me recuerda demasiado al día del orgullo gay. Por supuesto que no tengo nada en contra de quien elige esa opción sexual, faltaría más, pero, como no es la mía, no me atrae en absoluto una estética que remite tanto a los efebos griegos. Sin embargo, lo más curioso que he podido observar este año en la playa es una novedad que no tiene que ver con el aspecto de ellos, sino con el de ellas. He comprobado cómo, mientras los tíos semejan prepúberes con menos pelo en el cuerpo que una lombriz, las chicas parecen haber abrazado la estética neorrealismo italiano, o algo así, por lo que les ha dado por no depilarse ni las axilas. Como lo oyen. Por lo visto, la moda viene de Estados Unidos, donde cuenta con prosélitas de campanillas como Penélope Cruz y Meryl Streep. Esta última incluso ha introducido una alusión al tema en una de sus últimas películas, No es tan fácil, que protagoniza junto con Alec Baldwin. Resulta que él, contentísimo después de un reencuentro sexual con su ex mujer, el personaje que encarna la Streep, la felicita por su decisión de «go wild», que significa `volverse salvaje´. Y por si había alguna duda sobre a qué se refiere, añade que odia las mujeres depiladas y aborrece las ingles brasileñas. Así que ya ven, lo que se lleva ahora, chicas, es el hirsutismo, de modo que pronto me veo peluda e incluso un poco cejijunta como las novias de Gertrude Stein. A veces pienso que las modas son sólo eso, caprichos banales que no significan nada. Otras, en cambio, creo que son reflejo de tendencias que ya están en la sociedad a las que vale la pena prestar atención. Como la evidente feminización de los hombres y una cierta masculinización de las mujeres, por ejemplo. Como ya he dicho, me parece perfecto que cada uno elija la opción sexual que prefiera. Lo que me llama la atención es la progresiva falta de definición de los que hemos elegido la heterosexualidad. Por eso llámenme antigua si quieren, pero me gustaba más cuando las femeninas y coquetas éramos nosotras y a ellos ni se les pasaba por la cabeza birlarnos la crema depilatoria ni el rizapestañas, qué tiempos. |
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