Le gusta madrugar en la mañana fresca de rocío. Recorrer el campo y cada girasol uno por uno ir despertando. La vida se despereza poco a poco ante la llegada del sol mientras las gotitas de rocío tililan como pequeñas estrellas de la madrugada.
Después de saludar al sol comienza su jornada laboral.
No creáis que es sencillo.
El hada de los girasoles es la encargada de que ni una sola de estas flores se olvide de girar según avanza el sol.
Es madre, guardiana, enfermera, maestra...
¿Nunca os habéis preguntado cómo hacen los girasoles para ir todos a la vez sin despistarse ninguno?
Pues ahora sabéis la respuesta: el hada, siempre atenta, los dirige cual director de orquesta.
Tal vez hay también un hadita en tu vida, que te ayuda a girarte cuando te empecinas en ser infeliz. Ocurre que nosotros somos menos disciplinados que los girasoles y ponemos verdaderas trabas a la hora de dejarnos ayudar.
Siempre está ahí, atenta a que no nos distanciemos de la luz. Ella no obliga. Cada vez que los momentos de infelicidad, desconsuelo, y, mala leche, nos abruman, está a nuestro lado con la mano extendida dispuesta a ayudarnos a cambiar nuestros pensamientos negros como nubarrones e introducir ese rayito de luz que nos calienta el corazón y nos pone una sonrisa en los labios.
Si pones atención, puedes escuchar en tu oido su risa de cascabel.
Llega la noche y el hada, después de comprobar que sus girasoles están descansando, se estira en su camita y se tapa con su manta tejida de polen y polvo de estrella. Bosteza y, antes de recostarse del todo, ya se ha dormido.
Besitos Natalij
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