Los niños de Kuito empujan el mundo hasta el infinito.
Articulo escrito por Ana Paula Tavares poetisa y escritora angoleña.
Kuito ciudad de Angola. (Africa)
Los niños de Kuito practican la vida y los dias escribiendo la luz en las alas de los pajaros.
Se mueven en ondas pequeñitas con sus huesos fragiles y el alma abierta en plenitud hacie el cielo.
Hay un sentido de eternidad en cada ventana orientada hacia la luz por la cual se desliza el sol
en camadas de polen que se acumulan en el suelo.
Con sus pies diminutos,los niños se mueven por la tierra como si el mundo fuera un escenario.
A lo lejos se oye el rumor de las fuentes que todabia no se secaron.
Los niños inundan el silencio de risas,y es como si el alma de la lluvia hiciera regresar los rios
para que el pan,el maiz y la mandioca crezcan de la tierra.
Cualquier pared es una montaña que se puede escalar siempre mas alto para escrutar el futuro.
Despues hay puertas de castillos grandes y oscuros,donde los adultos,con voces lentas y largas como las tardes,
juntan las letras del alfabeto y sueños para enseñar a los pequeños antiguas utopias ,del conocimiento de los vientos
y las cantinelas de la aritmetica.
Cada curva del dia sigue el vuelo de los pajaros. Van dejando pequeñas simientes para poder volver sobres sus pasos
y tener todabia otros sueños.
Estos niños estan solos,mientras que los relojes ( detenidos por balas) repiten el tiempo como el ritmo pendular de las campanas,
en sus diversos circulos de la vida y de la muerte.
Domenstican el silencio sembrando risas en los pliegues de los dias.
Las risas ,todabia de leche,fermentan la tarde de esperanza.
Apenas se adivina la entrada de las casas y detras,estan los niños descubriendo los laberintos de las paredes.
Tienen una llave para todo,incluso para trepar escaleras hacia el cielo escondido detras de cada techo.
Duermen en la tierra,seca de balas,bajo un manto de estrellas que cae lentamente para ocultar la luz y permitir la noche.
Un mapa de guerra con sus territorios,sus fronteras y sus enormes crateres queda escrito en colores y blanco y negro,
como un nuevo territorio.
Por alli se deslizan los niños con sus cochecitos hechos con latas de conserva,y los arcos de sus cuerpos,
inflados por el viento,envuelven el mundo por las puntas.
Unos a otros se cuentan historias de grandes jefes que escuchan a los ancianos en torno a pipas de agua y hogueras encendidas.
Los niños se visten de domingo con sus trajes blancos y pasean por la ciudad de norte a sur.
Una cosa es segura: es de aqui,desde Kuito,que los niños empujan el mundo hacia adelante,hasta el infinito.
ANA PAULA TAVARES.