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No podrás recoger en tu regazo el viento,
ni podrá detener tu mano el terremoto;
ni evitarán tus hombros el desmoronamiento
del muro que se inclina, resquebrajado y roto.
Hay fuerzas en el alma de furia irreprimible,
ímpetus en el cuerpo de vigor inquietante;
su dominio absoluto nos es inaccesible;
el control, inseguro; la represión, distante.
Es inútil la lucha por frenar el instinto,
y aunque la mente insista en ofrecer resistencia,
será sólo una idea encerrada en su recinto,
y sobre las pasiones tendrá poca influencia.
¿Qué haremos, pues, con tantos deseos y deberes,
si unos quieren ser libres, y los otros se oponen?
¿Dejaremos a aquellos ejercer sus poderes,
o aceptaremos que éstos se impongan y razonen?
En la fugaz carrera que arrastra nuestra vida,
no hay lugar para dudas, o tiempo de contienda;
Nada con la corriente veloz y enfurecida,
y al caballo salvaje cabálgalo sin rienda.
Y ya sea en el beso, o el abrazo ferviente,
o la entrega desnuda, o la espontánea oferta,
acéptalo como si fuera situación permanente,
porque el amor no llama dos veces a la puerta.
Francisco Alvarez Hidalgo.
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