La bondad es como el susurro cálido y sereno de una voz amiga siempre atenta a proporcionarnos la seguridad y la paz que necesitamos.
La bondad es compañía en la soledad, alivio en las penas,
comprensión que invita a la toma de decisiones en las dudas,
luz en la oscuridad y,
en los momentos en que no se encuentran alternativas,
esperanza en la deseperación, alegría en medio de las tristezas y desencantos, paciencia y concordia equilibradora en los apasionados acuerdos y discusiones.
Pero la bondad es mayor, más auténtica, cuánto más profundo y sólido sea el respeto a sí mismo y a los demás.
El respeto es el cimiento,
la base en que se afirman y desde la que se elevan los demás valores y especialmente la bondad en cuanto síntesis de todos ellos.
La bondad, además,
es una fuerza incontenible.
La verdadera consistencia, la seguridad,
la eficacia, el último atisbo de esperanza vendrá siempre de alguien que ejercite la bondad,
que sea bondad.