ROSA ENVIDIADA
Abandonado el polen por la desesperación, unos pétalos de rosas rojas callan su gesto en una caída que engulle la tierra envidiosa por ese aroma que tanto vaticinan mis clarines ansiosos, la primera vez que su viento rozó mis labios compuse una alfombra de poemas, pero la falta de ese aliento cerró de golpe la puerta de mi garganta apretando el oxigeno de un romance manuscrito y latidos asfixiados. Yo provoco a sus raíces alimentando mí cuerpo, esa viva huella muere gritando dentro, muy dentro de mi corazón, y me levanto como madre hierba engendrando campos donde pongo voz a la tierra. Una vez más mi tintero emocionado se levanta como rosa florecida y mis labios sellan una carta herida con destino te quiero.
de José Manuel Acosta.
20/9/2011
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