En medio de la noche
te desvelas
y adivinas mi rostro dormido.
Apoyas tu boca sobre mi frente;
dejas, como al descuido,
tu mano sobre mi pecho,
hasta que nuestros latidos se acompasan.
En medio de la noche,
hostil y oscura,
me guardas,
estremeciéndote a cada
movimiento que hago,
hasta que, femenina y desvalida,
te quedas soñando
como un ángel cansado.
Por la mañana
tengo una alegría que me vive
todo el día, que me asiste
todo el día, sin saber
a qué se debe,
por qué nace.