El amor es un continuo dar sin esperar una respuesta o una retribución.
El amor nos hace crecer aún en los peores momentos, es nuestro maestro del espíritu y el que califica nuestra existencia a medida que damos pasos en la tierra.
Nos ayuda a comunicarnos desde lo mejor que tenemos, desde lo más puro.
Se ama porque el amor forma parte de la energía aglutinante del infinito y porque es una necesidad del alma que quiere expresarse para no morir y porque es parte activa de la expansión y el brillo de Dios en cada una de sus criaturas.
El amor es el gran motor que mueve el espíritu de las personas, transforma en fácil lo difícil, nos pone en acción instantáneamente sin medir riesgos ni consecuencias.
Nos moviliza de tal manera que, en su nombre, somos capaces de entregar nuestro tesoro más precioso: Nuestra propia vida.
El amor no conoce de comienzos ni de finales, aparece cuando no lo esperamos y puede apagarse de la misma manera.
Es un sentimiento que no entiende de razones, ya que no pasa por la mente, no se analiza, sólo se siente y uno se deja llevar por ese sentir. No conoce el egoísmo porque se entrega a través de lo que siente.
El amor es algo especial porque puede determinar que nuestra vida tenga o no sentido, porque puede hacernos perdurar en el tiempo.