Tu sabes que tenías abierto el sendero de los días,
y la besana trazada en el barbecho,
recogiste la piedra desde entonces
y tuvo su lugar en le hueco de tu mano;
en el fondo del barro,
quedaron latiendo las huellas
de tus pies desnudos,
y la imagen de tu rostro
en la charca donde naufragan
todos los deseos:
intuías al fondo en los renglones
una promesa tendida al azar de los caminos,
y en el perfil del mapa un nombre, y una vida,
ávida de vida,
y no quisiste esperar
la lluvia prometida, el reposo de la tarde
el soplo de la brisa;
saliste al camino sin tardar, ni aguaitar
la amanecida,
y un pie tras otro, la mirada perdida
en un punto de horizonte,
sin tornar la cabeza, sin parar, pisando sombras,
dejando para siempre el calor
y el humo de los troncos,
sacudiste el polvo de tus pies descalzos
y no quisiste regresar.
Mariano Ibeas
16/02/2012
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