La madre superiora irlandesa de 98 años, estaba en su lecho de muerte. Las monjitas la rodeaban, intentando hacer cómodo su último viaje. Trataron de darle leche calentita, pero no la quiso.
Una monjita se llevó a la cocina el vaso de leche, recordó una botella de whisky irlandés que les habían regalado por Navidad y le puso una buena dosis a la leche.