COSTURA
No tengo hilo y aguja en casa. No puedo coser la camisa rota, el suéter viejo, los calcetines blancos. No puedo atar los cabos o empalmar las reglas. no consigo unir nada de lo mío ni de lo ajeno. No hay nada para dedicarme a la costura, para sentarme sobre el sofá azul o la mecedora vieja y tejer los días, remendar las cicatrices, resolver acertijos, volver a ensamblar las partes del amor. Este apartamento se vuelve grande, frío y confuso como las ventiscas de nieve que acechan el invierno. Los cojines duermen, la cafetera no grita, el marido no llega. Estoy sentada frente a la pared blanca sin nada qué hacer más que contar las grietas, medir los orificios, perseguir alguna hormiga, inventarme algún quehacer o liberar a mis fantasmas. Quizás resuelva salir hasta la mercería y comprar los hilos que me urgen, las agujas que necesito para arreglar las cortinas, tejer la oscuridad y la nostalgia, coserme el corazón y los contornos, reparar las heridas que sangran en mi interior. O talvez lo que debo hacer es romperme en tiras, adelgazarme como un hilo blanco y tejerme un nido, una nueva casa, un nuevo rincón para mis carnes, una tumba exacta para mi ser adolorido.
11/26/2013
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