Hoy tengo miedo a reptar
hasta la hiedra de tus labios,
por enloquecer, imaginar desvarîos
desbocados y anfibios de colores
en esta nada donde nadar
es solo el principio.
Todo se mueve excepto el beso,
inmenso, que pasa de la ternura
a la obscenidad de devorarte,
de vigilia a sueño,
de ayuno a hartazgo,
como se alimenta una fiera,
y yo, salvaje, te como,
intranquila, por si estás mirando
y tus ojos delatan el secreto
que me doma y me lleva a amarte.
Dime qué boca me pongo para besarte,
sí la que mana deseos
o la roja, vestida de carne.