La brujería práctica es la fabricación
de hechizos, sortilegios, pócimas,
ungüentos,
el maleficio, la ligadura y el mal de ojo.
Para desarrollar
su macabra tarea utilizan estos objetos: la escoba,
que a
la orden de "¡Adelante en nombre del
diablo!", las pone en órbita,
velas de pez
negra, un cuchillo mágico, una botella y una
jarra tripudas,
una cuerda atravesada por plumas de
cuervo, alfileres para pinchar las
figuras de cera,
un almirez para majar las hierbas y redomas, retortas,
mecheros y un candelabro llamado "la mano de la
Gloria" confeccionado
con la mano cortada de un
ahorcado.
Las brujas de hoy lo tienen mucho más
fácil: todos estos objetos se
venden en tiendas
especializadas en todas nuestras ciudades y
se anuncian
en las diversas revistas esotéricas.
También las brujas, como su amo y señor,
son unas infatigables trabajadoras.
Además de
sus incómodos vuelos nocturnos, la asistencia
a
ceremonias agotadoras, la provocación de desastres,
el rapto de niños
y el cotidiano trabajo en el
laboratorio, tienen una actividad sexual
desmesurada,
como reconoce Sor Madeleine Démadoix, bruja confesa:
"Los domingos se corrompen con la cópula
con demonios, los
jueves se ensucian practicando la
sodomía, los sábados se prostituyen
con
el abominable bestialismo y los demás días
siguen
el curso normal de la naturaleza".