Cuando le otorgamos nuestra toma de decisiones a otra persona, al principio se siente como si nos hubiesen quitado un peso de encima.
Pero al pasarle nuestra responsabilidad a alguien más, perdemos el control del resultado.
Al ser responsables de nuestras acciones, nos convertimos en amos de nuestro propio destino.
Tu felicidad está sólo en tus manos.