Las mujeres y los hombres son seres diferentes, no es que la noticia te sorprenda, pero sin embargo día con día, pretendemos que ellos actúen como nosotras. Ese afán de que se comporten como reaccionaríamos en su lugar, sólo puede traer malos entendidos. Mujeres: ¡los hombres son hombres!
El cerebro del hombre está orientado hacia los resultados. Se ha comprobado que los hombres no tienen desarrollada la empatía del mismo modo que el cerebro femenino. Actúan como estrategas, miran el objetivo y avanzan.
Nosotras en cambio, estamos orientadas a las emociones, tal vez por eso las hormonas nos juegan grandes papelones a la hora del embarazo, la menstruación y la menopausia. Podemos ser las mujeres maravillas y a las tres horas sentirnos las más feas del mundo. La inestabilidad de nuestro compromiso emocional queda sujeto al calendario, y a los pensamientos nocturnos.
Nuestra empatía natural nos hace escribir notitas cursis y ridículas y sentirnos orgullosas de eso. ¿Por qué no? ¿Verdad?
- Las mujeres podemos hacer muchas cosas a la vez:
Estamos pendiente del cumpleaños de la mejor amiga, de la lista del súper, de los pendientes del trabajo, las vacunas del perro, la escuela de los niños, la junta de él; y disparamos llamadas y mensajes de texto para los cuatros puntos cardinales.
- Los hombres sólo hacen una tarea a la vez:
Los caballeros, cuando trabajan, trabajan. Ellos no tienen tiempo para un “te extraño” o “¿cómo estás”, el trabajo les absorbe todo el día y las posibilidades de ser amorosos con la pareja. Es justo cuando nosotras comenzamos a sentir ese peculiar abandono y la pregunta recurrente aparece sin demoras: “¿qué hice mal?” Pues no has hecho nada mal mujer, sólo que deberás aprender a entender a los hombres.
Mientras a nosotras nos complace estar omnipresentes en todos los eventos de sus vidas, ellos aparecen en forma esporádica e intermitente. Por eso no entienden nuestras reacciones indiferentes o motivos por las que muchas veces nos sentimos molestas, pues se preguntan cosas como: “¿Cómo es posible que te moleste que yo trabaje?”
Pero es que, ¿cómo hacerles entender? Nadie se ofende porque trabajen, lo que nos molesta es ser susceptibles a sus pronunciadas “ausencias”.
Por eso es de vital importancia que tú, mujer, comprendas que los hombres son diferentes a nosotras, cosa que no debe restarles “legitimidad” y ni siquiera es para los prejuzguemos.
Aceptar las diferencias nos permitirá amar sin condenar, puesto que la condena verbal no es inocente, y teje en nuestras mentes creencias que luego siempre buscan tener la razón. Eliminar los preconceptos nos permitirá llegar limpias a las relaciones y vivir en el presente, lo propio del presente.
Creo que una de las formas de entender a los demás, es dejando de juzgar o anticipar sus conductas.
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Autor: Ch.Gonzalez