El nudo que hay que cortar es el que traba en lo cotidiano el desarrollo de la vida a la que aspiran, unos y otros. Desde la corrupción que permea muchas actividades comunes, la indiferencia enmascarada que aborta las mejores intenciones, los usos de recursos estatales para lucro individual, la improductividad y la carencia de exigencias, la ausencia de ética e, incluso, de buenos modales, en las relaciones laborales -en especial en el comercio minorista… hasta otro listado de insuficiencias lastran los nobles propósitos generales del país y llegan a ponerlos en peligro.