Como nadie es perfecto, es natural que los virtuosos suministradores de la muerte y la destrucción necesiten flexibilidad. Ocasionalmente ocurren errores. Por ejemplo, cuando aviones norteamericanos sin piloto -un arma básica para los terroristas virtuosos- matan como es de costumbre a civiles en Pakistán, Yemen y otras áreas remotas, en ocasiones el Pentágono admite su honesto error. Los directores de aviones sin piloto, por supuesto, tenían buenas razones para creer que los cadáveres, cuando estaban vivos, eran terroristas y no escolares y amas de casa.