Una vez que oprimí el botón izquierdo del omnipresente ratón, la pantalla permaneció en blanco apenas unos segundos… Y entonces, la magia de la informática puso ante mis ojos la portada de un libro que hacía muchísimo tiempo añoraba con poder leer. A diferencia del original en papel, que con sus algo más de quinientas páginas hubiera sentido entre mis manos, la versión electrónica en el omnipresente formato PDF, dependía de los complejísimos circuitos y la energía eléctrica que lo harían legible.