Una de las plagas más importantes que paralizan la democracia de EE.UU. es la fusión del poder de las corporaciones con funcionarios elegidos o nombrados a los más alto niveles. La influencia tiene un precio muy alto en la política estadounidense donde se compra y se paga a los políticos con donaciones cada vez mayores del gran capital a las campañas electorales, asfixiando toda voz que defienda el interés público.