Componen todo un shish kebab de monarquías hereditarias, emiratos y teocracias absolutas. La mayoría se asienta sobre océanos de petróleo (el 45% de las reservas mundiales). Son adictas al glamour y oropeles de Occidente, desde Londres a Montecarlo, de las delicatessen de París a las exquisiteces armamentísticas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Detestan la democracia tanto como la pobreza. Algunos se sentirían felices de derrocar a su propio pueblo, como de hecho hacen. Y consideran al Irán chií peor que al anti-Cristo.