Hoy vivimos una ofensiva de las corporaciones por continuar aplicando modelos comerciales y jurídicos basados en impedir, mediante barreras legales y tecnológicas, la difusión de la cultura en un mundo cada vez más interconectado. La ley, como sabemos, expresa los intereses de aquellos que la hacen, de quienes detentan -más allá de las facultades legislativas- el poder real. Aunque abstracta, la ley no es ahistórica ni apolítica. Regula, estimula o promueve unas conductasy desestimula o castiga otras en función de qué intereses pretende reconocer y beneficiar.