Mientras los reactores siniestrados despiden humo radiactivo en Japón, y aviones de monstruosa estampa y submarinos nucleares lanzan mortíferas cargas teledirigidas sobre Libia, un país norteafricano del Tercer Mundo con apenas seis millones de habitantes, Barack Obama le hacía a los chilenos un cuento parecido a los que yo escuchaba cuando tenía 4 años: “Los zapaticos me aprietan, las medias me dan calor; y el besito que me diste, lo llevo en el corazón”.