Un promedio de casi 2 200 horas semanales trasmitió contra Cuba en el 2010 la maquinaria de guerra psicológica instalada en territorio norteamericano, como parte del arsenal del negocio de la contrarrevolución y la política del gobierno estadounidense para estimular un cambio de régimen. Cuba ha denunciado reiteradamente que estas transmisiones además de su contenido político hostil, provocan interferencias a emisoras locales.