Abril de 2010. Comienzas en motoneta (los camellos no llegan acá) sobre la extensión infinita de basura orgánica e inorgánica pepenada por gatos y seres humanos. Alcanzas el Land Rover viejito, tocado por la paciente mano seca del desierto, que te llevará entre los canales del río Nilo, una red de venas descompuestas pero persistentes del valle labrantío que contiene al Cairo. Durante la epidemia de fiebre aviar, por aquí fluyeron millones de pollos sacrificados en el altar de la higiene. Un hombre en una barca de madera pesca. Una niña de unos tres años, cerca del bordo, caza insectos.