La victoria popular del 1º de enero de 1959, que abrió paso a la insurrección en Cuba y contagió a toda la América Latina de una rebeldía que aún tiene pleno auge, tuvo estrecha relación con el golpe de Estado por Batista el 10 de marzo de 1952. El peligro que representaba el eventual surgimiento en Cuba de un gobierno con popularidad excesiva que, por ello, pudiera escapar del control de Washington, fue motivo para aquel cuartelazo dirigido a abortar tendencias que actualmente se considerarían menos que veleidades reformistas.