Olviden el iPad; el icono máximo del artefacto convertido en fetiche es el drone. Los israelíes los hacen – y los venden como pan caliente. Los mexicanos los usan – para patrullar su lado de la frontera. Los brasileños quieren usarlos – para patrullar las favelas de Río. Los saudíes los quieren. Los uzbekos los quieren. Todos cantan: ¡Hagámoslo! ¡Enamorémonos! (del drone).