Aquel dos de agosto fue inolvidable. Entrar a la improvisada sala era como recorrer los pasajes de un libro de cuentos. Máscaras, colores, títeres, actores, público…, todo formaba parte de la obra. La risa de los niños valía más que mil aplausos para aquellos artistas aficionados que no dejaron caer en saco roto las ideas de un proyecto, que tras varios nombres, revivía otra vez en Caibarién como algo indispensable.
Más de una decena de obras y casi cinco años de función en función, lo mismo en el barrio, la montaña, un teatro o evento cultural, conforman el quehacer del grupo de teatro de cámara Rimariyama, el cual enriquece sus historias con jóvenes aficionados al arte, sin importar la edad, más allá de sus habituales integrantes.
Su director Marcelo de Armas, instructor de Teatro de la Casa de Cultura Manuel Corona en Caibarién destaca que “lo más importante es que el grupo ha cumplido con el objetivo para el que fue creado, el trabajo comunitario y el rescate de valores a través de las enseñanzas que trae cada puesta en escena”.
Y es que además de las funciones en el reparto Van Troi de esta ciudad, en donde el Guiñol tiene su sede, varios miembros de este grupo también realizan talleres de apreciación con niños y jóvenes sobre teatro infantil, manipulación y otros temas relacionados con las artes escénicas con el objetivo de lograr una cantera de actores para el futuro.
Había una vez…Había una vez una peña itinerante que se llamaba “Caminos de colores”. Esta peña tenía lugar en el jardín zoológico de un poblado, en donde se jugaba con los niños y se iban relatando cuentos a al medida que avanzaban los actores por cada área del lugar. Para los más pequeños ya el lugar no era sólo un parque de diversiones, sino también el espacio en donde se desarrollaban las más extraordinarias hazañas.
Pero aquel grupo de payasos andariegos quisieron darle seriedad a sus relatos y formaron cuatro años más tarde en 1996 el teatro guiñol “La gruta de Panchín”, que entre ensayos y presentaciones dejó de funcionar dos años después por falta de local.
Sin tiempo para las lágrimas, y dibujando una enorme y roja sonrisa, cambiaron sus planes, ahora los sueños se tejían alrededor de “Una gota de Coral”, un festival donde comenzaron a incentivarse las composiciones musicales infantiles, donde por diez años consecutivos salían nuevamente a la escena este grupo de andariegos, con una historia para contar.
Niños y artistas aficionados en el festival Una gota de coral.
Entonces se impuso la necesidad de decir con mayor frecuencia, la necesidad de regalarle a los más pequeños esa sabiduría presente en cada cuento; en una etapa tan difícil donde los mayores se pierden entre crisis y asperezas, y donde sólo los corazones infantiles saben deslindar entre lo que es verdaderamente importante y lo que no.
Por fin la utopía se hizo realidad entre anhelos y carencias, para dar paso a un nuevo proyecto del guiñol con el sugerente nombre de Rimariyama, que tras “Caminos de colores” por “La gruta de Panchín”, encuentra cada dos años “Una gota de coral”, para dar a conocer al mundo que cada día se puede más.
“El hombre es un ser que siempre aspira a más, nosotros hemos tenido grandes logros precisamente por eso nuestras metas son cada día mayores. En gran medida nuestro trabajo va dirigido al público infantil, sin embargo a veces la mitad de la sala se nos llena de adultos.”
Así refiere Daniel González, fundador hace cinco años del proyecto Rimariyama, que puso a funcionar una deteriorada sala de video ubicada en el reparto Van Troi de Caibarién. Entre todos convirtieron aquel espacio en una sala con capacidad para 60 lunetas, y desde allí estrenaron su primera obra: “La caperucita roja” en donde se emplearon múltiples técnicas como la manipulación de títeres, muñecos, y máscaras, así como la participación de los pequeños en el desenlace de la obra.
“Yo diría que el aplauso del público es lo más grande que puede recibir un profesional de la cultura – señala Gustavo José Veitía, otro de los fundadores-. Y esa primera obra llena de aplausos y sonrisas para nosotros fue muy gratificante ya que nos ratificó que hacía falta Rimariyama en Caibarién.”
Desde entonces y hasta la fecha el grupo propicia funciones estables todos los domingos, coordina presentaciones en centros educacionales y prepara programas especiales durante las semanas de receso docente o períodos vacacionales. Otro vínculo importante se establece con el centro de salud mental del municipio Caibarién, donde los especialistas llevan a los pacientes con enfermedades de retraso mental severo para ver la puesta, y además reciben talleres elementales de apreciación.
Marcelo de Armas y Yamiset Viamontes en la Caperucita roja
Colorín colorado…Aquella primera obra junto a otras presentaciones dirigidas a los jóvenes y adultos les permitió obtener premios individuales y colectivos en festivales provinciales de teatro, hasta lograr alcanzar la categoría de A, máxima condición de calidad en el movimiento de artistas aficionados.
Además en el Festival provincial de teatro 2011 el grupo guiñol Rimariyama logró el premio de puesta en escena con una versión de la obra “La cucarachita Martina” y el premio femenino de actuación a la actriz Yamiset Viamontes.
Sin embargo sus integrantes refieren que el mayor premio lo obtienen cuando acuden a una zona montañosa del Plan Bamburanao y llenan con un poco de alegría los ojos de los niños que no tienen la posibilidad de acudir a un guiñol; o cuando participan en el proyecto “
Por una sonrisa”, de la sala infantil de oncología en el Hospital Pediátrico Santa Clara.
Luego de la Caperucita roja, vino Sopa de Piedra, La cucarachita Martina, Ocho personajes, Las brujas y otra serie de obras para jóvenes y adultos en donde la comunidad ha jugado un papel determinante en el aporte de recursos para la confección de títeres, escenografía, luces, máscaras y otra serie de útiles, que encierran en sí un gran valor comunitario.
No existe un evento "
Cantándole al Sol" en Caibarién, donde no esté Rimariyama, ni una caravana de verano, ni una feria del libro. Allí están ellos cuerpo presente, regalando alegrías en medio de una multitud donde sólo los niños saben lo que buscan. Y de tanto querer a sus muñecos terminan transformándose en algo sumamente importante. Que si algún día dejase de existir, aquellos que crecieron hilvanando sueños junto a tales historias: comenzarán a llorar.
“Sólo los niños tienen claro lo que buscan -dijo el principito-. Juegan con una muñeca de trapo que termina transformándose en algo sumamente importante. Si se les quita la muñeca, comienzan a llorar…”