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General: Europa : Murió Paco de Lucía .... genio del flamenco y la guitarra
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Da: Ruben1919  (Messaggio originale) Inviato: 26/02/2014 20:04

Paco de Lucía, el genio que extendió el duende flamenco por el mundo

El guitarrista ha fallecido a los 66 años en una playa de México, donde se ha sentido súbitamente indispuesto

Tocaor inimitable y compositor lleno de fantasía, fue el maestro que unió al flamenco con las otras músicas de raíz

El guitarrista Paco de Lucía en el Festival Leyendas de la Guitarra (1991). / Rodríguez Aparicio

Tocaor estratosférico, compositor fecundo e imaginativo, tímido pero sublime e infatigable embajador de la cultura española, Paco de Lucía fue un músico universal, el guitarrista que refundó el toque flamenco y lo subió a las más altas cimas artísticas haciéndolo crecer y evolucionar y mezclándolo con otras músicas de raíz, como la bossa nova, el jazz o el blues, a las que él llamaba “las músicas de la nevera vacía”.

Payo de nacimiento, pero gitano de alma, Francisco Sánchez Gómez, que ha fallecido repentinamente en una playa de México a los 66 años, aprendió a rasguear la guitarra por pura necesidad, al mismo tiempo que empezaba a hablar, cuando vivía en el barrio caló de Algeciras, La Bajadilla. “Estábamos hambrientos y mi padre no sabía qué hacer para sacarnos adelante”, solía contar. “Los flamencos, como todos los músicos de las músicas de raíz, siempre hemos tenido la nevera vacía”.

Su madre portuguesa, Luzia Gómez, dio nombre a la estirpe. Y su padre, Antonio Sánchez, fue el férreo y emprendedor productor que supervisó la carrera y la revolución flamenca que Paco de Lucía, solo y sobre todo junto a su inseparable Camarón de la Isla, cantaor legendario, montó en los años sesenta y setenta al despachar una decena de discos que marcarían el futuro del flamenco.

Antes de eso, Paco de Lucía fue Paco de Algeciras y formó con su hermano Pepe de Algeciras, luego Pepe de Lucía, dos años mayor que él y cantaor de gran calidad, el dúo Chiquitos de Algeciras, que rompió el molde en un concurso flamenco celebrado en Jerez en 1962. El tocaor de pantalón corto regresó a casa con un premio especial del jurado y un sobre con 4.000 pesetas.

 

Paco de Lucía, en el Festival de Jazz de Vitoria de 2004. / Rafa Rivas (afp)

Contratados por Antonio el Bailarín, los Chiquitos rodaron una película y grabaron varios discos. Enseguida, el mexicano José Greco les echó el ojo y se los llevó de gira a México, África, Australia y Estados Unidos. El flamenco volvía a tomar Nueva York después de que lo hicieran, en plena Guerra Civil, La Argentinita, Pilar López, Sabicas y Carmen Amaya.

En 1966, Paco se enroló en la compañía de Antonio Gades para una gira americana en la que interpretaban la Suite flamenca; allí descubriría el comunismo, la golfería flamenca, Brasil y la bossa nova, que tanto le ayudó a dar un aire nuevo y nuevas armonías al flamenco. Su manera de tocar la guitarra, con las piernas cruzadas y una gran colocación de las manos, volvía locos a sus colegas, según le contó el guitarrista Emilio de Diego a José Manuel Gamboa en un memorable relato: “Paco me hacía cosas maquiavélicas muchas veces, el cabrón. Es que era un monstruo, pero de verdad. Empezaba a hacer cosas que están prohibidas anatómicamente, guitarrísticamente, musicalmente; prohibidas para todos, menos para él”. 

Paco —siempre fue solo Paco para sus compañeros de profesión y su legión de seguidores— había aprendido a tocar oyendo en directo a su hermano mayor, Ramón de Algeciras, que acompañó a los mejores cantaores de la época, y escuchando las viejas grabaciones de Ramón Montoya y de Sabicas, a quien conocería en el restaurante Granada de Nueva York cuando se marchó de gira por Estados Unidos siendo todavía un adolescente imberbe.

Desde América, el gran Sabicas se convirtió en su maestro por correspondencia. La gran influencia en casa fue Manuel Serrapí, El Niño Ricardo, otro prodigio de las seis cuerdas que se quedó en España. El autodidactismo era forzoso en aquellos tiempos. Paco solía recordar que en los tiempos más duros, “los guitarristas se ponían de espaldas cuando tocaban una falseta para que los jóvenes no se las copiaran”.

Tras dar varias vueltas al globo, probar por primera vez a tocar jazz flamenco con Pedro Iturralde y grabar La guitarra fabulosa de Paco de Lucía en 1967, iba a nacer la pareja que cambió para siempre el destino del flamenco, reducido en aquellos años a la categoría de folclore nacional por el régimen franquista y a reducto minoritario y casi insufrible por los interminables y polvorientos festivales andaluces.

El dúo Paco-Camarón fue una fulguración, un momento fundacional para la historia moderna del flamenco y un hito sureño para la música popular contemporánea.

El dúo Paco-Camarón fue una fulguración, un momento fundacional para la historia moderna del flamenco y un hito sureño para la música popular contemporánea. Era 1969, el año en que el hombre llegó a la Luna. De repente, dos jóvenes paupérrimos y semianalfabetos, hijos de la España aniquilada, resucitaron el arte que Falla y Lorca habían dado a conocer al mundo durante la Edad de Plata. Su revolución formal y técnica universalizó por segunda vez la maltratada música flamenca.

Nacidos, no podía ser de otra forma, en la República de Cádiz, uno en Algeciras y el otro en San Fernando, los dos genios flacos llevaban dentro el mismo patrimonio genético artístico y compartían pasiones y virtudes: afinación, invención, una insolencia muy bien educada y buen gusto musical. Grabaron juntos, entre 1969 y 1979, nueve discos magníficos, irreprochables, llenos de fantasía y de creatividad, mezclando nuevas composiciones y géneros inventados como la bambera, con un absoluto respeto —mal comprendido por los puristas— al repertorio heredado.

La imaginación y la magia eran tan abrumadoras que no había hueco para el relleno, y la ironía es que cuando hizo falta rellenar, como fue el caso de Entre dos aguas, una rumbita incluida a última hora por Paco en su disco Fuente y caudal (1973), el descarte se convertía en pelotazo. Gracias al ojo comercial de Jesús Quintero, Entre dos aguas apareció como un símbolo de la recobrada vitalidad y del nuevo virtuosismo de un arte muy mal visto por el público y las instituciones. 1975, el año del cambio histórico, arrancó con Paco de Lucía en el número uno de las listas de ventas: el LP despachó más de 100.000 copias y el single, 300.000.

Cada cante de Camarón y cada toque de Paco eran oro molido. Su mezcla, la mejor simbiosis nunca oída entre una garganta y una sonanta desde Antonio Chacón y Ramón Montoya. La separación fue traumática, pero sin exagerar. Camarón grabaría en 1979 con Tomatito La Leyenda del tiempo, el disco que dio un salto mortal rockero al flamenco. Y Paco de Lucía retomaría sin mayores problemas su carrera de concertista, en solitario o en compañía de otros.

 

Paco de Lucía en su gira 'Cositas buenas', en Málaga (2005). / R. Marchante

Tras grabar discos y solos dedicados a clásicos como Falla, Albéniz, Rodrigo o Sabicas, el de Algeciras dio recitales en el Real, La Zarzuela y los mejores teatros del mundo. En 1980 se registró el histórico Friday Night In San Francisco con las guitarras acústicas y eléctricas de John McLaughlin y Al di Meola; y ese mismo año Paco creó el Paco de Lucía Sextet, la formación que durante dos décadas llevaría por el orbe la marca del mejor flamenco mestizo, con instrumentos como el cajón peruano, y de la España más talentosa. Sólo quiero caminar (1981), Live... One Summer Night (1984) y Live in America (1993) siguen siendo hoy referencias imprescindibles.

Oír tocar a Paco de Lucía era un fenómeno entre místico e incomprensible; parecía como si dentro de la guitarra llevara metida una orquesta sinfónica y un Beethoven jibarizado. Fuera del escenario, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2004, primero y único de la historia concedido a un artista flamenco, era un hombre tímido, bromista, anárquico y sencillo.

Tras 40 años de magisterio indiscutible, miles de conciertos y de espectadores asombrados, veintitantos discos y algunos exilios y silencios, el Príncipe de Asturias supuso el gran reconocimiento que su país le debía a Francisco Sánchez. El premio, como él mismo se apresuró a decir, tenía más de un destinatario. Primero, el flamenco, esa música ninguneada por políticos, programadores y otros sordos con mando en plaza. Y segundo, don José Monge Cruz, Camarón de la Isla, cómplice en las tomas de la Bastilla flamencas: “Si me hubieran dado el premio estando él vivo hubiera impuesto de alguna forma que él viniera, lo hubiera compartido con él, me hubiera dado vergüenza ganarlo yo solo”, declaró el guitarrista a este diario.

Oír tocar a Paco de Lucía era un fenómeno entre místico e incomprensible; parecía como si dentro de la guitarra llevara metida una orquesta sinfónica y un Beethoven jibarizado

Algunos desaprensivos habían intentado enfrentar a Paco con la familia de su amigo a la muerte de este, en julio de 1992, acusando a los Sánchez de haber cobrado derechos de autor que pertenecían a Camarón. La injusta bronca no consiguió terminar con el cariño y la admiración que el tocaor, cantaor frustrado —“el guitarrista que mejor canta soy yo”, decía—, profesó siempre a Camarón. En 2004, al grabar Cositas buenas, su disco número 26, Paco de Lucía recuperó con Javier Limón una vieja bulería del genio de la Isla e invitó a Tomatito a meter su guitarra. Y luego contó: “Los dos llorábamos como tontos oyendo cantar a José. ¡Parecía que estaba vivo y acababa de bajar a tomar un café!”.

Casado dos veces, la primera en 1977, en Ámsterdam, con Casilda Varela, hija del general franquista que culminó la toma de Madrid; y la segunda con Gabriela, una mujer mexicana, Paco de Lucía fue huyendo del ambiente noctívago del flamenco a medida que iba cumpliendo años. Y lo explicaba así: “La noche fue muy importante en una época, nos íbamos a una venta, comíamos un pollo, bebíamos vino y pasaban cosas mágicas. Ahora hay un sentido de la competitividad muy fuerte, la gente se pone muy tensa... La droga ha influido mucho en eso. La cocaína pone a la gente muy nerviosa”.

Entre gira y gira, ya con la nevera llena, el tocaor pasaba largas temporadas en sus casas de Mallorca, Toledo y Tulum, la playa de la península de Yucatán (México) donde solía bucear y donde ayer le visitó la muerte. En los últimos meses, tocó y residió también en Cuba.

La noticia de su fallecimiento prendió como una mecha entre los melómanos y aficionados de todo el mundo. Los diarios internacionales más importantes le dedicaron amplios espacios en sus webs. El fotógrafo suizo-francés René Robert, que retrató al músico docenas de veces en concierto, dijo: “Es un momento duro, se ha muerto demasiado joven. Pero es lógico que le haya fallado el corazón: pese a la aparente facilidad con que tocaba, su arte requería de una concentración extrema, y tratar de mejorar siempre lo anterior debía causarle mucho estrés”.

Paco de Lucía, en un concierto en Paris Grand Rex de 2007. / Stephane de Sakutin (afp)

Maestro primordial, junto al fabuloso y recién retirado Manolo Sanlúcar, de una generación de inmensos guitarristas —Vicente Amigo, Gerardo Núñez, Cañizares, Rafael Riqueni, y tantos otros—, la talla de Paco de Lucía fue reconocida por los mejores músicos de su tiempo. Enrique Morente, que lo admiró en la distancia, dijo esto de él: “Lo ha sido todo. Un gran intérprete y un gran creador de maneras y formas. Y de música también”.

Pero Paco de Lucía siempre procuró restar importancia a su gigantesca figura. Una escena de un documental que emitió TVE, rodada en su casa mexicana, en la que aparecía tumbado en una hamaca, resume bien ese intento, fallido, y su humor inteligente: “No se crean nada, lo que hacemos los artistas es estar tirados todo el día”, decía. “Los músicos somos unos chaneladores [cuentistas] que siempre estamos con el rollo de la angustia. El artista sufre, sí, pero más sufre un albañil subido en un andamio de seis pisos un 8 de enero. O Bach, que estaba siempre tieso y cada semana tenía que componer una fuga para la catedral de Leipzig. Y sin calefacción ni comida. Y Van Gogh, el pobre, siempre pelao, y sin oreja. Y hoy los artistas nos creemos algo, unos fenómenos...”.

 


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Da: Ruben1919 Inviato: 26/02/2014 20:06

Mi hermano mayor

Muy pocos pueden presumir de su gigantesca estatura humana. Haber sido su amigo es el mayor orgullo de mi vida

En estos momentos tan difíciles, queda al menos un consuelo: Paco de Lucía ha muerto muy joven, pero ha vivido tres vidas al menos. Quizá nadie ha tocado más horas la guitarra que él y desde luego muy pocos pueden presumir de su gigantesca estatura humana. Haber sido su amigo es el mayor orgullo de mi vida.

Para mí, Paco empezó siendo un ídolo para convertirse en un maestro y acabar haciendo las veces de un hermano mayor. Era esa persona a la que siempre podías acudir para preguntarle qué era lo más conveniente para tu carrera, porque él había pasado por todas las etapas posibles. De ahí que todos los flamencos hayan amanecido este día tan gris huérfanos del faro que nos indicaba el camino.

Era, muy probablemente, el mejor guitarrista de todos los tiempos. Y todos los intérpretes con los que yo me he cruzado en la vida, de Keith Richards a Pat Metheny, lo han reconocido. Pero no solo eso. Justo es recordar ahora su faceta como el gran productor y compositor del flamenco. Casi todos los elementos que definen el género desde un punto de vista contemporáneo, desde los coros hasta el cajón o ciertos toques y modos de hacer, se los debemos a él.

Quizá eso se deba a que siempre estuvo en contacto con las nuevas generaciones y era el más joven de todos los guitarristas flamencos. Aquellos que asistieron a su investidura como doctor honoris causa por el Berklee College of Music lo recordarán a buen seguro con esa vitalidad contagiosa, que era capaz de hechizar también a leyendas como el pianista Chick Corea.

Recuerdo una anécdota entre ambos que explica bien el magnetismo que era capaz de desplegar Paco: en cierta ocasión Corea le dijo: ‘Paco, salgamos de gira con mi banda y tú tocas. O vamos con tu banda y yo toco. O sino, toca tú y yo bailo’. Chick, como todos los músicos del mundo, se conformaba con cualquier cosa, siempre que fuese tocar con él.

Hoy, llena de tristeza a músicos y aficionados de todo el mundo saber que vivía lleno de proyectos. Había ido a pasar unos meses en La Habana, quería que sus hijos, Antonia y Diego, conocieran aquello. Fue a ver tres veces a Los Van Van, el legendario grupo cubano, y pensaban trabajar juntos en una próxima colaboración. En Cancún estaba porque quería grabar un disco de flamenco.

Desgraciadamente, nunca lo escucharemos.

Javier Limón es músico y productor


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Da: Ruben1919 Inviato: 27/02/2014 11:25

Las huellas de Paco de Lucía…

26 febrero 2014 8 Comentarios
En este artículo: muerte, Paco de Lucía
Paco de Lucía durante su concierto en el Teatro Karl Marx. La Habana, 2 de octubre de 2013. (EFE)

Paco de Lucía durante su concierto en el Teatro Karl Marx. La Habana, 2 de octubre de 2013. Foto: EFE.

Por Bertha Mojena

El flamenco, las guitarras y hasta los acordes musicales están de luto. Eso dicen los medios de comunicación y páginas de Internet. Eso le escuché decir a amigos cercanos, vecinos y alguien en la calle me lo ratificaba hace apenas unos momentos.

No entendía por qué, o más bien, quizás no quería entender. “Ha muerto el rey de la música flamenca”, me confirmaba una joven mientras resaltaba en sus ojos una mezcla de rabia e impotencia, como si el dolor le arrancara a alguien cercano.

Después supe que sí, que evidentemente se trataba de Paco de Lucía. Y entendí entonces la angustia, la sensación de pérdida real, esa que llega y penetra, hiriente, al saber que otro corazón se ha disparado, que otra guitarra ha dicho ¡basta!, y no hay forma de buscar los por qué.

Tres días de luto oficial han declarado en su tierra de Algecira, donde cientos lo lloran y otros tantos le cantan, resistiéndose a la muerte, que tantas guitarras ha arrancado en los últimos días a este mundo nuestro que tanto necesita de acordes y melodías, de música y de paz.

Lo lloran hoy desde todas partes del mundo, por su espontaneidad, por su forma natural y enriquecedora. No importa si se entendió bien o no su inquietud innovadora, los puentes que cruzó por defender sus esencias más allá de las críticas y los desafueros de quienes no querían ser parte de los cambios, esos que lo criticaban por su inusual forma de aportarle ritmos nuevos a lo que hacía.

Defendió su verdad como mejor supo y con empeño, sin tapujos, creando y creyendo en lo que quería hacer; por eso también trascendió al tiempo, cruzó fronteras y fue más allá de lo tradicional e incluso, de las diferencias generacionales.

En Cuba lo tuvimos hace muy poco y muchas veces compartió con  músicos cubanos en los más variados escenarios, a quienes decía admirar por su contagiosa armonía de sonidos y diversidad de estilos.

Los cubanos también le cantamos hoy desde la tristeza que produce su partida, desde esa relación íntima que todos tenemos con nuestras raíces españolas y africanas, de la cual el flamenco forma parte porque desde acá se aprecia, se baila, se escucha y no pocos lo han hecho propio.

Y es que Paco, con su singular renovación, con la fusión que brotó de sus cuerdas, con su apertura sin límites a los cambios, a la mezcla, al constante ir y venir de estilos múltiples, deja una huella imborrable en los que amamos la música, que es como amar más la vida.



 
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