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General: 4×400: Entonces fue la plata…
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 01/04/2014 11:04

4×400: Entonces fue la plata…

31 marzo 2014 17 Comentarios
En este artículo: Cuba, Deportes, Juegos Olímpicos, Atletismo

batón

Por Roberto Ariel Lamelo

Lázaro Martínez se ha lanzado como un rayo en busca de un imposible: llegar a la meta junto a Andrew Valmon, un hombre de 44.28 y apenas 27 años de edad. Lázaro, voluntarioso, ha olvidado que ya él está en la treintena de años y que su mejor tiempo es 2 segundos superior al del americano, pero no le importa el handicap y su presión infernal en esos primeros 200 mts le ha arrancado una exclamación al narrador norteamericano. Lázaro pretende morderle los talones al americano o al kenyano, pero al salir de la recta norte ya no puede seguir el ritmo y tiene que reconocer con angustia que le será imposible darle alcance. Se le nota triste.

Corajudo, intenta no perder el paso, pero en los 120 metros finales sus piernas no le acompañan y la pista parece extraviársele en el horizonte. Aprieta los años en las costillas y decide llegar, ya no en tercer puesto, sino en quinto y entregar el batón. Siempre ha sido un guerrero de los relevos. Un medallista, y esta carrera, no va a ser la excepción de la regla. Se lo ha prometido. Cuba, estará en el podio del 4×400.

Ahí, en la meta, lo espera Héctor Herrera. Martínez extiende su mano y cae sin fuerzas en el tartán. Agotado por el esfuerzo, jadeante y tembloroso por el susto a su corazón, apenas ve cuando Héctor en tan solo 100 metros ha descontado 2 puestos. ¡Qué coraje el del “viejo” Herrera! Parece un guerrillero sin boina y sin fusil. Y sin uniforme. Corre como una liebre de 33 años y al entrar en la contrameta ya está pegado al kenyano Matilu y al inglés Grindley.

Algo ha pasado con Matilu. O digamos mejor: algo ha pasado con Kenya. Samson Kitur (medalla de bronce, 44.24) no le ha entregado la estafeta al unísono con el americano como él esperaba, pero ahora, por una extraña casualidad que muy pronto se dilucidará, Matilu ha cedido mucho espacio. No ha podido descontar ni un metro de los que lo separan del norteamericano. Esperen, es que se trata de Quincy Watts, el ganador de la medalla de oro en la carrera de 400 metros. Entonces digamos que está justificado. Será imposible darle alcance a Watts, aunque Grindley parece que quiere. ¿Lo logrará entonces el británico?

Desde la sombra, y derrochando un corazón indomable, a Herrera le ha importado tres pepinos quienes están por delante. Cuando apenas comienzan a unirse los carriles, ya su cuerpo jadea detrás del inglés y de Matilu. Imposible explicarse cómo es que en sus piernas hay una velocidad no acostumbrada. En apenas unos metros aprieta tanto a sus rivales que parece poder sobrepasar al inglés en una carrera no de 400 sino de 100. Herrera ha decidido no tener misericordia y el inglés ha optado no por alcanzar a Watts, sino que se ha visto obligado a no dejarse sobrepasar por el treintañero cubano. Parece Herrera un diablo colorado (o mulato) pegado en sus costillas, cuando Mutilu abandona la carrera. Ya Cuba, a no ser que ocurra un imprevisto, tiene una medalla en el bolsillo, pero Herrera no quiere que sea de bronce, aunque delante está el inglés, 6to lugar en la final de los 400mts con tiempo de 44.75. Grindley, asustado, lucha contra un cubano, que está sacando unas fuerzas increíbles – de donde él no sabe y nadie sabe -para seguir a su lado. Esa tarde, Herrera fue un héroe. Nunca lo vi correr unos 400mts tan rápido. De hecho, si no me equivoco, creo que su especialidad eran los 800, pero aquel 8 de agosto del 92, hasta Juantorena lo hubiese envidiado.

Al salir de la última curva Herrera parece querer salir por fuera, pero el inglés es un corredor de élite y no se deja alcanzar. Tapa como puede y el cubano cede en el esfuerzo de intentar sobrepasarle.

Pero comete un error al entregar el batón Grindley. Mueve nervioso la mano de la entrega y algo sucede en ese instante del relevo, que su compatriota sale sin ritmo, y Herrera, caprichoso y con picardía le entrega la estafeta sin mucha diferencia a Norberto Téllez, el cienfueguero, quien con sólo 20 años de edad ya despunta como una de las grandes promesas del atletismo internacional. Triste la tarde para Inglaterra. Norberto tiene hambre y sed de triunfo, y esta es su primera oportunidad para demostrar que las 3 medallas alcanzadas en los Centroamericanos Junior hace apenas dos años, no fue obra de la casualidad; y que aquella plata en el relevo y la otra en 400, y el oro en los 800 son, en el caso de una nación como Cuba, señal de respeto. Y de alarma para el resto del mundo.

No han corrido 25 metros y ya Norberto está al lado de Akabussi, un nigeriano nacionalizado inglés cuyo palmarés impresionaría al mismísimo Michael Johnson, “El Pato” Johnson, quien curiosamente va delante con su paso característico y sin peligro alguno en su dorsal camino a una de sus tantísimas medallas de oro en las Olimpiadas.

Si Norberto, al momento de recibir el batón hubiese sabido quién diablos era el nigeriano-inglés, tal vez hubiese creído que le habían dado el hueso más duro de la competencia. Nacido en Rodas es muy probable que no le interesara mucho quién era aquel calvito que iba delante y porque es grande, él, Norberto, ha decidido dejar un poco al lado los pronósticos, las cábalas y la cartomancia y echarse encima a sus guerreros afrocubanos. Y así corren, 300 metros, uno “casi” al lado del otro; vacilando socarronamente el cubano, el arrojo de aquel hombre que no se ha cansado de obtener medallas en cuanto campeonato importante ha participado desde 1984 hasta la fecha. Akabussi corre y sueña con que el mozalbete de la mayor de las Antillas se eche un tanto atrás y no le martirice su experiencia, pero Norberto apenas lo ha asustado, y al tomar la recta final, el cienfueguero nos regala una sprintada diabólica para entregar “el paquete” a Roberto Hernández, el cuatrocentista de lujo de la escuadra cubana. En este instante ya Albión presagia una caída. Todo a pesar de la novatada de Norberto quien “llega primero” pero entrega después.

No importa: ha recibido Robertico.

El moreno cubano, a pesar de su pierna corta, apenas en la misma curva a la salida de la meta, le pasa por el lado a John Regis, ¡nada más y nada menos que a John Regis! un hombre que con casi 10 años menos que Akabussi, tiene las mismas preseas que el nigeriano-inglés. John Regis, debía estar pensando en que eran las mil y quinientas y no había tomado el té que le tocaba ese día para no percatarse que Robertico era quien cerraba por Cuba. El paso del cubano por su lado pareció en un principio importarle poco. Regis era un sabueso en los relevos. Un legionario de pura cepa. Uno de los tantos caballeros del Rey Arturo dándole vueltas a aquellos óvalos, pero sus tiempos en 400mts eran centésimas superiores a los del cubanito y en ese instante, por mucho que quiso y lo intentó no pudo dar con aquel Shangó matancero, que en su jerga caribeña debió decirle: ¡c´mon Regis… pack it up!* O lo que es lo mismo: ¡móntate que te quedas!

Zorro viejo, y con el orgullo inglés a flor de piel, al salir de la última curva, Regis apretó tanto el paso que los ojos parecían salirse de sus órbitas. El graderío comenzó a vitorear su esfuerzo; pero como bien había dicho el narrador, tenía enfrente, perdón, delante, a uno de los mejores cuatrocentistas del mundo en aquellos años: Roberto Hernández, de Limonar, Matanzas. O lo que es peor: de Cuba. Alguien de quien alguna vez se dijo rompería los records de Juantorena en 400mts y de quien se hubiera esperado mucho más, de no ser por aquel defecto natural en su pierna derecha, o para ser más precisos, en la diferencia de altura entre sus caderas. Así y todo, Robertico no dejó que el inglés le zampara la alegría y manteniendo el ritmo en los metros finales logró una medalla de plata para Cuba histórica, entrando 4 segundos por detrás del relevo norteamericano, ganador del oro, que cerró con Steve Lewis, el ganador de la plata en los 400mts. ¡Vaya para el mismísimo diablo…. qué clase de relevo el americano!

Esa tarde, fueron 3 los equipos grandes en los relevos masculinos. USA, G.B y Cuba.

¿Cómo una pequeña isla, de apenas 11 millones de habitantes, perteneciente al Tercer Mundo, pudo lograr tal hazaña? Es algo que desde la lógica ilógica pudiera explicarse. Pero estamos hablando de 1992, de los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando quedamos en quinto lugar por países. Ese mérito que nadie jamás cuestiona; del cual todos nos sentimos orgullosos y del cual aquel relevo, aunque tampoco nos haya guardado una foto decente en internet para poder exhibir, forma parte indiscutible y gloriosa.



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